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De espejo a espejo, de vestido en vestido, Edita va por el run como una moto, que algunas vidas
son largas y continuas pasarelas sin descanso, sin tiempo para tumbarse al sol de la piscina en agosto,
sin oportunidad de coger un vuelo de fin de semana a Roma, sin dinero para comprarse un chaquetón
de piel cuando arrecia diciembre: solamente un run de ida y vuelta, de ciudad en ciudad, de continente
en continente.
Pero de pronto se pone a llover una lluvia bonita que nos lava y nos moja y nos alegra y nos gusta,
y el run sin descanso semanal se hace más llevadero, menos asesino.
Edita, una de las versiones de Edita, viene a decirnos –sin palabras- que se puede correr y recorrer
el run sin morir en el intento: sólo con pureza animal, sin amores eternos ni encuentros absolutos:
simplemente caminando a peso neto y a piernazos, en un solo y seco desafío andante, dejando el
chocolate azul para más tarde, para otro día, para otra vida.
Todo consiste en amar la actualidad y en que el péndulo grande no se pare, descansar media hora
para comerse el bocata de la merienda y pedir a San Pancracio una vida eterna pero corta.
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