El universo como grito primigenio

por Tracy K. Smith
 
 
 

Las cinco en punto de la tarde. Abren sus fauces
y se ponen en marcha: agudos, penetrantes y metálicos.
Primero el niño, después su hermana. De vez en cuando
ambos se desatan a la vez, y me dan ganas
de ponerme los zapatos para subir a ver
si se trata solo de un experimento
que sus padres han estado llevando a cabo
sobre el buen cristal que seguramente
yace hecho añicos y esparcido por el suelo.

Quizá la madre aún está orgullosa
de esos cuatro pulmones rosados que amamantó
con tal poderío. Tal vez, si alcanzaran
el mágico decibelio, el edificio entero
despegaría y cabalgaríamos hacia la gloria,
como Elías. Si es esto —si es a lo que
sus gritos apuntan —dejemos que el cielo
pase del azul al rojo, al oro fundido,
al negro. Que el cielo que heredamos se nos acerque.

Ya sean nuestros muertos con túnicas del Antiguo Testamento
o una puerta abriéndose a la turbulenta infinidad del espacio.
Tanto si se doblegan para recibirnos como un padre,
como si nos devoran como una fragua. Estoy preparada
para encarar lo que se niega a dejarnos conservar cualquier cosa
por mucho tiempo. Eso que nos burla con bendiciones
y nos doblega con penas. Mago, ladrón, la tempestad
que ruge para hacer chocar nuestros espejos contra el suelo
para purificar nuestras cortas e inocentes vidas. Qué insignificante parece

nuestro alboroto al lado de eso. Mi equipo de música en modo aleatorio.
El vecino cortando cebollas al otro lado de la pared.
Todo ello no es más que un contratiempo frente a lo que quizá
nunca nos suceda. Y los niños, arriba, a lo suyo,
gritando como en los Albores de la Humanidad, como si algo
innombrable hubiera comenzado a imponerse
después de haber nacido.

 

 

The Universe as Primal Scream

By Tracy K. Smith
 
 
5pm on the nose. They open their mouths
And it rolls out: high, shrill and metallic.
First the boy, then his sister. Occasionally,
They both let loose at once, and I think
Of putting on my shoes to go up and see
Whether it is merely an experiment
Their parents have been conducting
Upon the good crystal, which must surely
Lie shattered to dust on the floor.
 
Maybe the mother is still proud
Of the four pink lungs she nursed
To such might. Perhaps, if they hit
The magic decibel, the whole building
Will lift-off, and we’ll ride to glory
Like Elijah. If this is it—if this is what
Their cries are cocked toward—let the sky
Pass from blue, to red, to molten gold,
To black. Let the heaven we inherit approach.
 
 Whether it is our dead in Old Testament robes,
Or a door opening onto the roiling infinity of space.
Whether it will bend down to greet us like a father,
Or swallow us like a furnace. I’m ready
To meet what refuses to let us keep anything
For long. What teases us with blessings,
Bends us with grief. Wizard, thief, the great
Wind rushing to knock our mirrors to the floor,
To sweep our short lives clean. How mean
 
Our racket seems beside it. My stereo on shuffle.
The neighbor chopping onions through a wall.
All of it just a hiccough against what may never
Come for us. And the kids upstairs still at it,
Screaming like the Dawn of Man, as if something
They have no name for has begun to insist
Upon being born.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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