estaciones
Fueron unos pocos años de verano,
sin imaginar que el invierno llegaría,
expreso imparable. Ahora, este otoño
sin final, este anhelo imperturbable;
la rotura de estas riendas, la llegada
de la primavera a mi corazón.
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Aprovecharé este poema para explicarme —a mí mismo sobre todo—
algunos asuntos de la poesía y la poética que, estando en el primer
plano del sencillo y simple lector, y generando con frecuencia confusión,
siguen, sin embargo, sin aclararse.
Ciertas corrientes de poesía moderna —quizá en especial desde Rimbaud
y Mallarmé— persiguen una máxima definición o evidencia del sentido
poético a través de una máxima mortificación del sentido inteligible y
emocional del lenguaje.
Así se comprende mejor, además, la oscuridad —o la no inmediata inteligibilidad—
de una buena parte de los poemas actuales.
Por decirlo de alguna manera, el sentido poético del lenguaje se afirma
de manera brusca frente a los otros sentidos del lenguaje, con una pérdida
patente de los aspectos intelectuales y emotivos que antes la poesía
admitía —o requería— como aliados y que proporcionaban claridad
al poema.
En este poema, el sentido poético del lenguaje no se afirma bruscamente
frente al sentido intelectual y emotivo: se trata, en suma, de un poema
claro o inteligible, ya que las oscuridades que presenta no proceden
de una extorsión del sentido poético del lenguaje, sino más bien de ciertas
ocultaciones —o, mejor, de ciertas faltas de explicitación— que el poeta
se reserva o no declara. Este procedimiento genera en el lector un cierto
grado de enigma muy soportable: ¿qué significa cada una de las estaciones,
cuándo comienzan y acaban, qué quiere revelarnos el poeta con ello?
Con todo, lo que podemos llamar —con los poetas budistas— la herida poética
del poema, parece remitirnos a la primavera. Falta la estación primaveral,
que el poeta aguarda, en un otoño sin final, como una rotura de las riendas,
como un ataque apache a su corazón.
Si pusiéramos el poema en el modo de la búsqueda brusca del sentido
poético, dejando en un segundo término el sentido intelectual y emotivo,
podríamos utilizar —se trata solamente de una muestra— uno de esos
versos oscuros de Saint-John Perse, en el lugar de la primavera:
¿dónde hallar el agua nocturna que lavará nuestros ojos?
Aquí, la primavera que nuestro poeta aguarda, se ha convertido en una
exacerbada búsqueda del sentido poético puro, críptico, misterioso.
Se trata de dos modos de poetizar, ninguno es mejor o peor que el otro,
simplemente, cada uno a su manera, quiere llegar más lejos, significar
más, atraparnos con más veneno.
ndalfonso