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Cantares completos
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TOMO I
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Cantares I-LI
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Edición bilingüe de Javier Coy
Traducción de José Vázquez Amaral
Apéndice bibliográfico de Archie Henderson
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Titulo original de la obra:
The Cantos
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Ediciones Cátedra, S. A.
1994 Madrid
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canto XII
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Ahora, adopta Pound una perspectiva contemporánea, aludiendo a incidentes y personajes de su propia experiencia,
desde ese muro a cuyo pie se sienta con sus lectores y desde el que comparte con ellos su observación del curso de la Historia.
Este Cantar refuerza así la idea ya expresada:
«Y aquí estamos sentados. Yo he estado sentado aquí
Durante cuarenta y cuatro mil años»
: el tiempo durante el que se ha desarrollado la historia de la «tribu» que él se ha propuesto narrar, utilizando un término que
reconoce procedente de Rudyard Kipling: «they are the tale of the tribe —give Rudyard credit for his use of the phrase»
(«son el cuento de la tribu —-dése el crédito a Rudyard por su uso de la frase» Guide to Kulchur, pagina 194).
De nuevo recurre al tema de la usura, pero el tono se lo da el espléndido humor de la anécdota con que finaliza: divertidísimo
humor e ingenio de tono obsceno, muy propio a veces de los grandes poetas medievales europeos de cualquier literatura.
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canto XII
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Y aquí estamos sentados
bajo el muro.
Circo romano, el de Diocleciano, les gradins
quarante-trois rangés en calcaire. 165
El calvo Bacon
compró todos los centavos de cobre en Cuba:
Un centavo, dos centavos,
dijo a sus peones que se los llevaran.
«Tráiganlos a la choza principal», dijo el Calvillo,
Y los peones los llevaron;
«a la choza principal se los llevaron»,
Como hubiera dicho Enrique 166
Nicolás Castaño en La Habana,
También tenía unos centavos, pero los otros
Tenían que pagar un tanto por ciento.
Porcentaje cuando querían centavos,
Centavos públicos
El interés del Calvillo
Radicaba en la moneda.
«Ningún interés en otros negocios»,
Dijo el Calvillo
Durmiendo con dos cabrones negros encadenados
a él.
Guardia regia, encadenados a su cintura
Para que no se escaparan en la noche;
Habiendo para entonces perdido su popularidad con los
cubanos;
reducido al peso de 108 libras por la fiebre.
Regresó a Manhattan, por último a Manhattan,
24 Este de la 47, cuando yo le conocí,
Buscando negocios de imprenta, es decir, como agen-
te,
que buscaba a sus viejos conocidos.
Su despacho en la calle Nassau donde distribuía trabajo a
las imprentas,
Papel para correspondencia comercial,
y, más tarde, seguros,
Seguros de patronos,
seguros varios
Sobre fuegos en burdeles, etc., comisión,
Que aumentaba desde 15 dólares por semana,
Pollon d’anthropon iden 167
Sabía cuáles compañías fleteras eran las más descuida-
das;
donde un hombre estaba más sujeto
A perder una pierna en las defectuosas máquinas de las
grúas;
También contra fuego, como cuando se pasa frente a un
burdel,
Llegaba, Hermes milagroso, de casualidad
Dos minutos después de que los angelos del dueño
Habían salido en su busca.
Ahorró a su gente 11.000 en cuatro meses
de aquella faena cubana,
Pero reventaron,
Y también gastó 40.000 dólares de su propio peculio,
Una vez, pero quería engullirse «a todo Wall Street».
Y todo lo dejó tres semanas después
Habitat cum Quade, tío estupendo,
Monseñor Quade que ostentaba monóculo pendiente de
ancha cinta de marta cebellina 168
(Asentado en otra parte).
Dos Santos, José María dos Santos,
Al saber que un barco con grano
Se había averiado en el estuario del Tajo,
Lo compró en subasta, nemo obstabat,
Sin nadie que pujara. «¡Imbécil!» «El maíz
Echado a perder con el agua salada,
No sirve para nada.» Dos Santos,
Toda la mercancía podrida con el agua del mar.
Dos Santos, lunático portugués, lo compró,
Hipotecó entonces todo su patrimonio,
e tot lo sieu aver, 169
Y compró lechones, cerdos, pequeños cerdos,
Puercos, por todo Portugal,
se cebaron con el cargamento,
La primera manada hipotecada para comprar la segunda,
undsoweiter, 170
Puercos de Portugal,
engordando con la amplitud del tiempo,
Y Dos Santos cebado, un gran terrateniente de Portugal
Ahora reunido con sus antepasados.
Lo realizó con maíz ahogado.
(Agua quizás dulce en aquel estuario)
Vete al diablo Apovitch, Chicago no es todo el pastel.
Jim X… 171
en una junta de banqueros,
aburrido con sus cuentos lastimosos,
Aburrido con su condenada manera relamida
y las pequeñas bastillas blancas
Que llevaban orlando los extremos interiores de sus
chalecos
Para que pareciera que llevaban puestos dos,
Les contó el cuento del Marinero Honrado.
Aburrido con sus decencias,
mientras estaban sentados, los presbiterianos jerár-
quicos,
Directores, negociantes por medio de interpósitas socie-
dades,
Diáconos de las iglesias, dueños de barrios bajos,
Alias usureros in excelsis,
la quintaesenciada esencia de los usureros.
Los proveedores de empleo, gimoteando por su 20 por
ciento
y los tiempos difíciles,
Y el fiasco de los bonos brasileros
(valores sudamericanos),
Y la inseguridad general de toda inversión
Salvo la inversión en nuevos edificios bancarios,
productores de edificios bancarios,
Y poco dispuestos a facilitar la distribución,
Aburrido con la forma en que sus bocas remolineaban
alrededor de sus cigarros,
Dijo Jim X…:
Había una vez un pobre marinero pobre y honrado, buen
bebedor,
Un verdadero diablo, escandaloso, borracho, y
La bebida acabó por enviarle al hospital,
Le operaron, y había una pobre puta en
La sala de las mujeres que había parido un chico,
mientras
Operaban al marinero, y le llevaron al niño
Cuando estuvo consciente, y le dijeron;
«¡He aquí lo que te sacamos!»
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Y éste se le quedó mirando, y se alivió,
Y cuando salió del hospital dejó de beber,
Y cuando estuvo del todo bien
se enganchó en otro barco
Y ahorró su paga,
y siguió ahorrando su paga
Y adquirió una participación en el barco,
y por fin poseyó la mitad de las acciones,
Después un barco
y con el tiempo una compañía naviera entera;
Y educó al chico,
Y cuando el chico estaba en la universidad,
El viejo marinero de nuevo cayó en cama
y los médicos dijeron que se moría,
Y el muchacho vino a su cabecera,
y el viejo marinero dijo:
«Muchacho, siento no poder esperarme un poco más,
«Tú aún eres joven.
Te dejo res-ponsa-bilidades.
«Ojalá hubiera podido esperar hasta que fueras mayor,
»Más preparado para llevar el negocio…»
«Pero, padre,
«No hablemos de mí, yo estoy bien,
«Se trata de ti, padre.»
«Eso es, muchacho, tú lo has dicho.
«Me llamas tu padre, y no lo soy.
«No soy tu padre, no,
»No soy tu padre sino tu madre», dijo,
«Tu padre fue un rico mercader de Estambul.»
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canto XII
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And we sit here
under the wall,
Arena romana, Diocletian’s, les gradins
quarante-trois rangees en calcaire.
Baldy Bacon
bought all the little copper pennies in Cuba:
Un centavo, dos centavos,
told his peons to «bring ‘em in.»
«Bring ‘em to the main shack,» said Baldy,
And the peons brought ‘em;
«to the main shack brought ‘em,»
As Henry would have said.
Nicholas Castano in Habana,
He also had a few centavos, but the others
Had to pay a percentage.
Percentage when they wanted centavos,
Public centavos.
Baldy’s interest
Was in money business.
«No interest in any other kind uv bisnis,»
Said Baldy.
Sleeping with two buck niggers chained to him,
Guardia regia, chained to his waist
To keep ‘em from slipping off in the night;
Being by now unpopular with the Cubans;
By fever reduced to lbs. 108.
Returned to Manhattan, ultimately to Manhattan.
24 E. 47th, when I met him,
Doing job printing, i.e., agent,
going to his old acquaintances,
His office in Nassau St., distributing jobs to the printers,
Commercial stationery,
and later, insurance,
Employers’ liability,
odd sorts of insurance,
Fire on brothels, etc., commission,
Rising from 15 dollars a week,
Pollon d’anthropon iden,
Knew which shipping companies were most careless;
where a man was most likely
To lose a leg in bad hoisting machinery;
Also fire, as when passing a whore-house,
Arrived, miraculous Hermes, by accident,
Two minutes after the proprietor’s angelos
Had been sent for him.
Saved his people 11,000 in four months
on that Cuba job,
But they busted,
Also ran up to 40,000 bones on his own,
Once, but wanted to «eat up the whole’r Wall St.»
And dropped it all three weeks later.
Habitat cum Quade, damn good fellow,
Mons Quade who wore a monocle on a wide sable
ribbon.
(Elsewhere recorded).
Dos Santos, Jose Maria dos Santos,
Hearing that a grain ship
Was wrecked in the estuary of the Tagus,
Bought it at auction, nemo obstabat,
No one else bidding. «Damn fool!» «Maize
Spoiled with salt water,
No use, can’t do anything with it.» Dos Santos.
All the stuff rotted with sea water.
Dos Santos Portuguese lunatic bought it,
Mortgaged then all his patrimony,
e tot lo sieu aver,
And bought sucking pigs, pigs, small pigs,
Porkers, throughout all Portugal,
fed on the cargo,
First lot mortgaged to buy the second lot, undsowei-
ter,
Porkers of Portugal,
fattening with the fulness of time,
Ant Dos Santos fattened, a great landlord of Portugal
Now gathered to his fathers.
Did it on water-soaked corn.
(Water probably fresh in that estuary)
Go to hell Apovitch, Chicago aint the whole punkin.
Jim X…
in a bankers’ meeting,
bored with their hard luck stories,
Bored with their bloomin’ primness
and the little white rims
They wore around inside the edge of their vests
To make ‘em look as if they had on two waistcoats,
Told ‘em the Tale of the Honest Sailor.
Bored with their proprieties,
as they sat, the ranked presbyterians,
Directors, dealers through holding companies,
Deacons in churches, owning slum properties,
Alias usurers in excelsis,
the quintessential essence of usurers,
The purveyors of employment, whining over their
20 p. c.
and the hard times,
And the bust-up of Brazilian securities
(S. A. securities),
And the general uncertainty of all investment
Save investment in new bank buildings,
productive of bank buildings,
And not likely to ease distribution,
Bored with the way their mouths twitched
over their cigar-ends,
Said Jim X…:
There once was a pore honest sailor, a heavy drinker,
A hell of a cuss, a rowster, a boozer, and
The drink finally sent him to hospital,
Ant they operated, and there was a poor whore in
The woman’s ward had a kid, while
They were fixing the sailor, and they brought him the kid
When he came to, and said:
«Here! this is what we took out of you.»
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An’ he looked at it, an’ he got better,
And when he left the hospital, quit the drink,
And when he was well enough
signed on with another ship
And saved up his pay money,
and kept on savin’ his pay money,
And bought a share in the ship,
and finally had half shares,
Then a ship
and in time a whole line of steamers;
And educated the kid,
and when the kid was in college,
The ole sailor was again taken bad
and the doctors said he was dying,
And the boy came to the bedside,
and the old sailor said:
«Boy, I’m sorry I can’t hang on a bit longer,
»You’re young yet.
I leave you re-sponsa-bilities.
»Wish I could ha’ waited till you were older,
»More fit to take over the bisness…»
«But, father,
»Don’t, don’t talk about me, I’m all right,
»It’s you, father.»
«That’s it, boy, you said it.
»You called me your father, and I ain’t.
»I ain’t your dad, no,
»I am not your fader but your moder,» quod he,
«Your fader was a rich merchant in Stambouli.»
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Notas
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165 Este circo romano es el de Verona, construidas sus 43 filas de
gradas en piedra caliza.
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166 «El calvo Bacon»: identificado como Francis S. Bacon, apodado
«Baldy» («el calvo), hombre de negocios americano al que Pound conoció
durante una de sus estancias en Nueva York hacia 1910.
«Enrique» ha sido identificado tentativamente como uno de los tres
Henry siguientes: Longfellow, James y Newbolt.
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167 En la Odisea, canto I, 1. 3, se dice de Odiseo que «vió muchas ciudades
de hombres y conoció su talante». La asimilación de Bacon con el
héroe homérico puede ser irónica.
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168 No he encontrado dato alguno que permita convertir a Mons.
Quade en «Monseñor». Creo que el traductor confunde el nombre propio
con la abreviatura usual con que se representa en inglés la dignidad
eclesiástica de Monsignor. Este Mons Quade es un socio mercantil de
«Baldy» Bacon, al que Pound también conoció hacia 1910.
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169 «e tot lo sieu aver»: «y todo lo que tenia».
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170 «undsoweiter»: «etcétera, etcétera».
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171 Apovitch parece (según todas las fuentes) un nombre inventado
por Pound.
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Jim X…: John Quinn, abogado americano (1870-1924), coleccionista
de arte y protector de artistas. La edición italiana da directamente el
nombre auténtico, suprimiendo sin más el Jim X… de este texto. A este
Quinn regaló Eliot, en agradecimiento, el manuscrito de su The Waste
Land, tras las correcciones introducidas en el mismo por Pound.
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