fernando pessoa

 

libro del desasosiego

 

 

 

compuesto por bernardo soares,
ayudante de tenedor de libros
en la ciudad de lisboa

 

livro do desassossego
fernando pessoa, 1998
traducción: perfecto e. cuadrado

 

 

31.

 

[…]

 

Duermo y desduermo.

 

Del otro lado de mí, por detrás de donde yazgo,
el silencio de la casa alcanza el infinito. Oigo
caer el tiempo, gota a gota, y ninguna gota de las
que caen se oye caer. el corazón físico me oprime
físicamente la memoria, reducida a nada, de
todo cuanto fue o fui.

 

Siento la cabeza materialmente colocada en la
almohada donde la tengo formando un valle.
La piel de la funda mantiene con mi piel un contacto
de personas en la sombra.

 

La oreja misma, sobre la que me apoyo, se me
graba matemáticamente contra el cerebro.
Pestañeo de cansancio, y mis pestañas producen
un sonido muy leve, inaudible, en la blancura
sensible de la almohada erguida.

 

Respiro, suspirando, y mi respiración aparece
—no es mía. Sufro sin sentir ni pensar. El reloj de
la casa, lugar exacto allá al fondo de las cosas, da las
medias secas y nulas. ¡Todo es tanto, todo es tan
hondo, todo es tan negro y frío!

 

Atravieso tiempos, atravieso silencios, mundos
sin forma pasan a través de mí.

 

Súbitamente, como un niño del Misterio, un gallo
canta ignorando la noche. Puedo dormir, porque
es mañana en mí. Y siento que mi boca sonríe,
corriendo levemente los suaves pliegues de la funda
que se me engancha al rostro. Puedo abandonarme
a la vida, puedo dormir, puedo ignorarme… Y, a través
del sueño nuevo que me oscurece, o recuerdo el
gallo que cantó, o es él, realmente, quien canta por
segunda vez.

 

 

31.

 

[…]

 

 

Durmo e desdurmo.

 

Do outro lado de mim, lá para trás de onde jazo,
o silêncio da casa toca no infinito.
Oiço cair o tempo, gota a gota, e nenhuma gota
que cai se ouve cair. Oprime-me fisicamente
o coração físico a memória, reduzida a nada,
de tudo quanto foi ou fui.

 

Sinto a cabeça materialmente colocada na almofada
em que a tenho fazendo vale. A pele da fronha
tem com a minha pele um contacto de gente na
sombra.

 

A própria orelha, sobre a qual me encosto,
grava-se-me matematicamente contra o cérebro.
Pestanejo de cansaço, e as minhas pestanas
fazem um som pequeníssimo, inaudível, na
brancura sensível da almofada erguida.

 

Respiro, suspirando, e a minha respiração acontece
– não é minha. Sofro sem sentir nem pensar. O
relógio da casa, lugar certo lá ao fundo das coisas,
soa a meia hora seca e nula. Tudo é tanto, tudo é
tão fundo, tudo é tão negro e tão frio!

 

Passo tempos, passo silêncios, mundos sem forma
passam por mim.

 

Subitamente, como uma criança do Mistério,
um galo canta sem saber da noite. Posso dormir,
porque é manhã em mim. E sinto a minha boca
sorrir, deslocando levemente as pregas moles
da fronha que me prende o rosto. Posso deixar-me
à vida, posso dormir, posso ignorar-me… E, através
do sono novo que me escurece, ou lembro o galo
que cantou, ou é ele, de veras, que canta
segunda vez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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