francisco umbral

 

diario de un escritor burgués

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martes

 

 

 

 

En casa de Serena. Serena vive en una casa fría. Siempre ha vivido en casas frías, o me lo parece a mí.

Siempre ha vivido sola en casas a media luz, rodeada de libros políticos y revistas progres. Toda su vida está entre el sexo y la política, me parece a mí. Serena es esa densidad de mujer que asusta un poco, esa intensidad de sentimiento que le deja a uno sin fuerzas para la réplica.

Serena es la inteligencia analítica y triste, el pesimismo lucido y cálido. El amor.

Serena lo razona todo, a primera hora, y a última hora llora por todo. No se puede ser analítico indefinidamente. Al final hay que llorar y Serena llora.

Serena tiene una cabeza y un cuerpo de encanto maya, de gracia alfarera. Es como una vasija más graciosa que esbelta, más sólida que lírica. Serena tiene una gran tristeza agresiva en la boca y fuma con unas manos que son como dos piezas perfectas, escuetas, terminadas, secas y útiles. Conozco tan bien a Serena.

Serena viene de provincias tediosas y platerescas, de amantes cojos y tristes, de conspiraciones políticas y trabajos que no le gustan.

Serena es una inteligencia ordenadora y masculina que se traiciona cada día de vehemencia femenina y de llanto.

Serena, en la conversación, me devuelve como suyas cosas que yo le he dicho hace mucho tiempo, y que le repugnan ya un poco a mi memoria. Esto me pasa con casi todas las mujeres. La capacidad de impregnación de la mujer es muy grande, aunque a ellas les moleste ahora reconocerlo.

¿Por qué una mujer, aunque sea tan autónoma como Serena, se colorea siempre de la mentalidad y las costumbres del macho?

A lo mejor esto que estoy diciendo es puro machismo. Sólo quiero ser honesto en mis observaciones sobre seres que valoro mucho. Serena tiene una sexualidad caliente, trágica y difícil, y creo que yo le he abierto puertas que no le había abierto nadie, en este aspecto.

Puertas que ella se obstinaba en mantener tercamente cerradas, porque Serena es de una lucidez lineal y dura. Serena, en fin, sería la mujer ideal si uno buscase la mujer ideal. Pero uno ni sabe lo que busca.

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

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