francisco umbral: un mar asusta menos si aprendemos su nombre
obra poética 1981-2001
recita Tomás Galindo
un mar asusta menos si aprendemos su nombre
Y puede venir un golpe de soledad,
como salir de pronto a las traseras del mundo. Es
en un día oscuro, complicado,
dificultosamente cotidiano,
que, al fin, resulta llevar dentro de sí otro día más claro,
más ligero.
En cierto minuto se produce el rompimiento,
el soltar amarras,
cortar cables,
el levar anclas una libertad, una facilidad.
Y ya estoy solo.
(Tan indiferente que parezco alegre.)
Nadie podrá nunca acompañarme por los ecos últimos de mi soledad.
La soledad,
como las movedizas ciudades de la costa,
tiene sus muelles por donde acercarse al mar, y un largo vacío como escamas.
Se ven paisajes, mundos, desde la soledad;
pero duele no saber de dónde son, cómo se llaman.
(Un mar asusta menos si aprendemos su nombre.)
La soledad me acerca un catalejo, me alarga la mirada,
es como una videncia ya angustiosa, perpetua,
que me hace presentes
los bosques y las tardes donde nunca estaré,
el dolor de no estar en aquel campo atardecido donde sé que alguien deja que le
crezca la sombra,
donde alguien va a morir por un momento cuando más bella era su larga sombra
en tierra.
El dolor de saber dónde no estamos.
Será un mundo inhabitado
por donde pasan barcos camino de algún mar.
Sé que al anochecer muere un velero cada día,
una ilusión marina que echa a volar en mí
como la gaviota de cada crepúsculo.
Pero soy tierra adentro, algún día lo sabré,
y voy de plaza en plaza hasta donde mi soledad haya de prolongarse.
En soledad sé cosas, sé más cosas; la soledad me da
conocimiento,
pero me quita vida,
espumas,
mundo.
Hasta que me sorprendo con sólo una moneda o un metal o una rueda,
cualquier sencillo objeto invariable y opaco,
repetido en mis manos, pesándome en los dedos, empañado de tacto.
Le vengo dando vueltas desde mi soledad
y me es ya extraño como algo recogido en otra estrella.
De una ciudad sin parentescos, desabrigado y lento, estremecido, voy regresando
a todo.
Aún traigo en la cabeza los astros que he mirado.
Pero se va invadiendo de mundo nuestro mundo.
Qué lentamente —y un calor despierta— se me puebla la vida,
se me habita una vaga humanidad,
les vuelve la mirada a las distancias.
Cuándo he dejado de estar solo.
Aún traigo en la cabeza los astros que he mirado.
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Creo, sigo creyendo, que Umbral no es poeta, aunque eso que se llama
prosa poética complica las cosas. ¿Los poemas en prosa de Baudelaire
son poesía, prosa o prosa poética?
Si mantenemos una separación formal de los géneros, Umbral no es poeta;
si los géneros literarios son categorías separadas, Umbral no es poeta.
No es solamente una cuestión de romper o no romper los renglones,
de poner el asunto en versos. Creo que Umbral no es poeta porque no
consigue, con el lenguaje, en el lenguaje o a través del lenguaje, cierto
distanciamiento que los poetas consiguen, aunque no sean buenos poetas.
Aunque puede tratarse, simplemente, de que me he empeñado, por
capricho, en que Umbral no sea poeta, del mismo modo que creo que
Umbral, que escribió libros a cientos, no es un buen novelista, es decir,
creo que es un mal novelista. Sólo se salvan sus artículos.
ndalfonso