la gallina
.
.
Mi ventana se abría hacia el jardín
como a una fresca prehistoria. Estaba allí
gallarda señora, de moteada pluma nerviosa
abultando el pecho hacia el sol, como un posible
lenguaje orgulloso: una gracia personal en un carácter,
paseando la certeza de la especie, picoteando
semillas, cáscaras, gusanos, regida
por la orientación instantánea de sus ojos.
Y de pronto una ráfaga fría paralizó
en un rápido pánico su ardiente cabeza:
y la noción del cambio
fue un oscuro dolor en su aterrado cerebro.
Entonces le transferí
los deseos de un universo estable
lo bastante iluminado para seguir comiendo:
un ritmo puntual que desmintiera
mi humillada respiración detrás del vidrio,
el triste conocimiento de la pérdida.
.
Joaquín Giannuzzi
Cabeza final
0 comentarios