Adiós a Hölderlin

Ya no se dice oh rosa, ni

apenas rosa sino con vergüenza;

¿con vergüenza a qué?, ¿a exagerar

unos pétalos, la

hermosura de unos pétalos?

Serpiente se dice en todas las lenguas, eso

es lo que se dice, serpiente

para traducir mariposa porque también la

frágil está proscrita

del paraíso. Computador

se dice con soltura en las fiestas, computador

por pensamiento.

Lira, ¿qué será

lira?, ¿hubo

alguna vez algo parecido

a una lira?, ¿una muchacha

de cinco cuerdas por ejemplo rubia, alta, ebria, levísima,

posesa de la hermosura cuya

transparencia bailaba?

Qué canto ni canto, ahora se exige otra

belleza: menos alucinación

y más droga, mucho más droga. ¿Qué es eso de

acentuar la E de Érato, o Perséfone? Aquí se trata

de otro cuarzo más coherente sin

farsa fáustica, ni

Coro de las Madres, se acabó

el coro, el ditirambo, el célebre

éxtasis, lo Otro, con

Maldoror y todo, lo sedoso y

voluptuoso del pulpo, no hay más

epifanía que el orgasmo.

Tampoco es posible nombrar más a las estrellas, vaciadas

como han sido de su fulgor, muertas,

errantes, ya sin enigma,

descifradas hasta las vísceras por los

instrumentos que vuelan de galaxia en

galaxia.

Ni es tan fácil leer en el humo lo

Desconocido; no hay Desconocido. Abrieron la

tapa del prodigio del

seso, no hay nada sino un poco

de pestilencia en el coágulo del

Génesis alojado ahí. Voló el esperma

del asombro.

Gonzalo Rojas

El alumbrado, 1986

Universidad de Chile: 

Compilación, diseño y edición:

Miguel Ángel Martínez Barradas

abril 2011


 

 

 

 

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