el ataque de la montaña

 

Es poca cosa torcer un cuello, torcer diez, arrancar del piso, a una solterona quejumbrosa con el asiento que ocupa, haciéndolo tan precipitadamente que se aplasta el cráneo contra un mueble mientras el sillón pierde un pie. Para eso, la menor cólera basta, con tal que sea verdadera, pero atrapar una montaña delante de sí en los Alpes, atreverse a atraparla con fuerza para sacudirla, aunque más no fuera un instante, la enorme fastidiosa que uno tenía desde hacía un mes delante de sí.

Eso es lo que estima o más bien desestima al hombre. Pero para eso hace falta una cólera-cólera. Una que no deje una célula desocupada (ya que una distracción, siquiera,ínfima, es categóricamente imposible), una cólera que ya no puede, que ya no podría, retroceder (y casi, todas retroceden, dígase lo que se diga, cuando la  tajada es desmesuradamente grande)…i

En. todo caso, a mí me ocurrió una vez. Oh, en ese momento no tenía quejas contra esa montaña, salvo su sempiterna presencia que me obsesionaba desde hacía dos meses, Pero aproveché la inmensa potencia que ponía a mi disposición una cólera proveniente de un dardo lanzado contra mi orgullo. Mi cólera en su pleno desarrollo, en su climax, se encontró con esa gruesa y molesta montaña, que al irritar mi furor, al inmensificarlo, me arrojó, transportado, impávido, sobre- la montaña como sobre una masa que realmente hubiera podido temblar.

¿Tembló? En todo caso, yo la empuñé.

Ataque casi impensable, en frío.

Es mi summum de ofensiva hasta el momento.

 

l’attaque de la montagne 

 

C’est peu de chose que de tordre un cou, d’en tordre dix, d’arracher du plancher une vieille fille geignarde avec le siège qu’elle, y occupe, le faisant si précipitamment qu’elle s’écrase le crâne contre un meuble cependant que le fauteuil y perd un pied. Pour cela, la moindre’ colère, pourvu qu’elle soit vraie, suffit, mais attraper une montagne devant soi dans les Alpes, oser l’attraper avec force pour’ la secouer, ne fût-ce qu’un instant, la grandiose ennuyeuse qu’on avait depuis un mois devant soi. Voilà qui mesure ou plutôt démesure l’homme. )

Mais pour cela il faut une colère-colère. Une qui ne laisse pas une cellule inoccupée (une distraction même infime étant catégoriquement impossible), une colère qui ne peut plus, qui ne pourrait plus reculer (et elles ..reculent presque toutes quoiqu’on dise quand le morceau est démesurément gros). Ce me sera donc tout de même arrivé une fois. Oh je n’avais pas à ce -moment-là de griefs contre cette montagne, sauf sa sempiternelle présence qui m’obsédait depuis deux mois.

Mais je profitai de l’immense puissance que mettait à ma disposition une colère venue d’une lance portée contre ma fierté. Ma colère en son plein épanouissement, en son climax, rencontra cette grosse gêneuse de montagne, qui irritant ma fureur, l’immensifiant, me jeta, transporté, impavide, sur la montagne comme sur une masse qui eût pu réellement en trembler

Trembla-t-elle? En tout cas, je la saisis.

Attaque presque impensable, à froid.

C’est mon summum d’offensive jusqu’à présent.

 

 

 

HENRI MICHAUX

LA VIDA EN LOS PLIEGUES

traducción de VÍCTOR GOLDSTEIN

LA VIE BANS LES PLIS

Éditions Gallimard

EDICIONES LIBRERíAS FAUSTO Buenos Aires 

1976

 

 

 


 

 

 

 

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