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En cada tren llega un gentío
que pasa junto a él bajo la lluvia.
Entre dos guardias, esposado,
viste la infame ropa de la cárcel
y tiene los cabellos empapados.
Un gigante grotesco. En el andén central
de aquella sórdida estación de Clapham,
Oscar Wilde
–que no era un genio– nunca lo fue tanto
como cuando, al pasar,
algunos le escupían en la cara.
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Hay poesía escrita bailando con la vida,
con la vida fulana. El camino de Reading.
Desconocido para los poetas
a los que nunca nadie ha escupido en la cara.
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joan margarit
camino de reading
De Los motivos del lobo, 1993
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