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gladiolo

 

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Envainado y bermejo,

estriado de púrpura,

continuación suntuosa

del tallo afilado como navaja. Engendrado

por la suave torsión de pétalos tensados,

una forma cumplida en torno a un centro

de energía. Vástago breve de febrero

que abarca el día a partir del sol,

abriéndose a su paso, girando y plegándose

con la luz menguante, hasta cerrarse

como un puño a las puertas de la oscuridad.

¿Qué especie de certeza hay en esta oscilación

del movimiento no visible?

La pulsación del día escapa a mi ojo

pero yo he amado, perplejo,

este drama mecánico en una tierra que perdura

y cada año, testigo, mi yo es un susurro inverso

al camino del sol, humillado

por su propia dirección equivocada.

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