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joaquín giannuzzi
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de ¿Hay alguien ahí?
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PENSAMIENTO
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“Todo transcurre del otro lado, fuera / del rumor insensato / de la existencia humana.”
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Tenemos que empeñarnos en buscar una nueva manera de escribir. Hay distintos registros para manifestar nuestra identidad. A través de las obsesiones, el drama de la época, la realidad, penetran en mi poesía. Estoy adscripto a una especie de realismo –si es que vamos a hablar de lenguaje- quizás trasnochado para algunos. He tratado de practicar una especie de objetivismo fenomenológico, un objetivismo plástico; a partir de la visión directa de la cotidianeidad. No utilizo elementos surrealistas ni demasiadas metáforas en mi lenguaje. Son expresiones más bien directas: un trabajo con la imagen realista. Y cuido mucho la estructura del poema. Me interesa un orden donde no aparezcan cabos sueltos, que sea lo más coherente posible y con el mayor despojamiento. Y cierro el poema con una idea, aunque tal vez el concepto de idea sea un tanto presuntuoso: diría más bien con una visión generalizada del mundo. Vivimos en medio de un mundo de particularidades. Entonces el poeta suele rescatar una forma ordenada de ese caos.
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“Contemplé el cuerpo de la paloma / que la muerte hizo descender / extrañamente, con un peso desconocido / hacia un trozo increíble de la tierra.”
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Intento no ser fragmentario, por más que la realidad está fragmentada. Busco la síntesis. Para mí lo importante es el lenguaje, la forma. El poema está siempre en el cómo no en el qué. Tengo la noción clara de qué voy a decir pero no cómo lo voy a decir. Y aquí no me refiero a la idea sino a la expresión.
No encuentro en la poesía palabras prohibidas, aunque trato de evitar lo que se llama poesía en general: cierto convencionalismo, citar ciertas temáticas convencionales; trato de evitar el abuso de palabras que resultan poéticas en sí mismas, poéticas entre comillas. Huyo de la confesión emocional. Adhiero a las palabras que no actúan en función simbólica. Designar la cosa, acercarnos a la cosa y acercar la cosa a nosotros. Busco designar la cosa en sí misma, despojada de toda connotación simbólica. La paloma tiene que ser la paloma. Y trato de no meterme con Dios.
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“¿Cómo resolver el mundo en imágenes?”
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No deseo alcanzar el poema especulativo puro. A pesar de que trato de despersonalizar lo más posible, siento que estamos de alguna manera condenados al yo. Se habla mucho de la poesía objetivista. Ningún compromiso emocional ni intelectual con el objeto. Es mi ideal. No sé si lo he conseguido o no.
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“El fondo de la piedra era la piedra misma”
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Yo diría que he tratado de establecer aperturas hacia la diversidad del mundo. Mis libros tienen un rasgo predominante que es la variedad temática, la variedad de objetos. Como vivimos en un mundo de singularidades, los detalles adquieren una importancia capital.
Yo no los busco, se presentan y los atrapo. Una especie de idea núcleo despierta al poema. También creo que se impone un adelgazamiento de cierta retórica lujosa, de cierta masa verbal luminosa. Se impone dotar a la palabra de una menor elocuencia, digamos una tendencia a lo coloquial. He tratado de bajar el tono, de hacerlo menos grandilocuente, de conferir al poema una menor carga emocional, volverlo más impersonal. Y al mismo tiempo encarar los temas más crudos de la realidad.
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“Con tabaco y café / y rosas que el verano / dispuso en una jarra / usted aventuraba / la posibilidad de un paraíso / …”
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El punto de partida siempre es un estado de exaltación, un estado de gracia, si no es demasiado ostentoso hablar de gracia; un estado de ánimo predispuesto a la poesía. Eso como primera medida. Mientras tanto busco un tema, y el tema puede surgir de un objeto, de una situación cotidiana. Después le asigno una resonancia con la cual aspiro a crear en el lector una expectativa; el espíritu de un descubrimiento.
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“Es extraña la manera / con que dispones las rosas / antes de la comida- / dijo él.”
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Hay infinidad de definiciones sobre la poesía. Pero he llegado a la conclusión de que las mejores definiciones, o al menos las que más me satisfacen son las de los poetas.
Para Keats, “el poeta es el espía de Dios”. Para otros, como podría ser Denise Levertov, la poesía es definida por su función: “Yo escribo para apremiar a Dios a que hable”. Sobre ese tema he dado vueltas y vueltas y finalmente me he quedado con una: La poesía es una eterna juventud. Tengo la impresión de que la poesía, a diferencia de la novela, que aparecería como empantanada, extrae recursos infinitamente. Es una especie de energía inagotable. Hay muchas definiciones sobre la poesía y todas son verdad. Todas son válidas. A veces se escriben poemas sobre la poesía que son otras tantas definiciones. La poesía posee la riqueza de regenerarse a sí misma. La poesía es una forma de conocimiento.
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“¿Qué significan mis años, / si, como esta noche, apartados / mi hija pequeña y yo / de la lluvia silenciosa / nunca me pareció mi muerte / tan cercana a esta lumbre / y a la vez tan remota?”
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El acto de escribir es como una agonía, en el sentido de lucha, de combate. Empezando por ese campo de batalla que es la página en blanco, el pánico del papel en blanco. Un poema puede ser escrito a lo largo de los años, puede salir de un tirón, puede dar trabajo. Pero de algo estoy completamente seguro: si hay una actividad espiritual donde no hay normas esa actividad es la poesía.
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“Vi ultrajados papeles, cáscaras de fruta, vidrios / de color inédito, extraños y atormentados metales, / trapos, huesos, polvo, sustancias inexplicables / que rechazó la vida.”
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En términos generales la poesía, desde que se hace presente en la cultura, expresa la condición humana. Es el objetivo principal de todo arte. En estos momentos se está acentuando esa búsqueda de expresión de la condición humana como drama. Y eso de algún modo está de acuerdo con el momento histórico que estamos viviendo. Una época de inseguridad, de intemperie. Y el fantasma siempre presente del Apocalipsis; ese sentimiento de catástrofe inminente, esa zozobra que está viviendo el hombre. Aparte de los problemas de la supervivencia, cada vez más arduos.
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“Indefenso y expuesto a la verdad / vagamente colérico disperso despeinado / humano por supuesto muy humano.”
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¿En qué medida la poesía o el arte en general pueden modificar el curso de la historia? El pensamiento desde luego que sí. Pero no sé si la historia hubiera sido la misma sin el arte. La poesía, en un mundo sin Dios, puede darnos una expectativa, podría abrirnos una puerta. Oigo Bach, y yo he reemplazado a Dios por Bach. Creo que Bach podría probar la existencia de Dios. Después de escuchar a Bach, de ciertos pasajes, me digo: esta música no pudo haber sido escrita en vano. Esta belleza inconmensurable algo está significando, algo está queriendo decir. Y en ese algo se abre una puerta hacia una expectativa. A una especie de sentido, a una iluminación. También cuando leo gran poesía me ocurre lo mismo. Por eso a veces yo podría definir a la poesía como una fiesta del sentido. Por supuesto, en esta dirección la poesía se convierte en un consuelo. Yo creo, incluso, que la gran poesía está postulando una eternidad que debe incluirnos a todos. Tengo el sentimiento dramático de la poesía. Y es como una instancia religiosa. Podría considerar incluso aspectos parciales para reflexionar sobre el arte de la poesía. El arte de Occidente siempre me pareció un largo lamento contra la muerte.
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“Compré café, cigarrillos, fósforos. / Fumé, bebí / y fiel a mi retórica particular / puse los pies sobre la mesa.”
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A causa de mi oficio, el periodismo, me acostumbré a escribir en el tumulto. En mi época las redacciones de los diarios eran tumultuosas. Ahora parecen un laboratorio; son silenciosas a raíz del uso de las computadoras por sobre las antiguas máquinas de escribir.
Esta experiencia fue de alguna manera una conquista. Poder escribir en medio del ruido, del tumulto. Incluso fue como estimulante. Pero después fui perdiendo esa capacidad, y ahora necesito del silencio para escribir. Y sobre todo, necesito de la paz espiritual para trazar una línea.
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“La lámpara despoja / un fragmento de oscuridad a la noche.”
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Como todos los jóvenes, cuando yo empecé a escribir, había cierta tendencia a encarar los grandes temas. Me fui alejando de eso para abordar los elementos cotidianos de la existencia y así apartarme de toda abstracción. Y mi impresión es que no tengo nada más que decir. Como expresaba Rimbaud, mis ejercicios están cumplidos. Pero leo muchísima poesía.
Kafka ha sido la obsesión de toda mi vida. Sus textos son ante todo poéticos. Rilke es el gran poeta de la época. Aunque en estas opiniones siempre interviene la subjetividad. Yo trato de escapar de eso porque las considero arbitrariedades, son un deporte. Aunque ahora está de moda el canon. La poesía no es un deporte olímpico de Grecia como decía Almafuerte.
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J. O. G.
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