[ayer presentamos a joe dunthorne con un
poema de la reina. Hoy colgamos un segundo poema,
Cueva submarina. Quién sabe si serán los primeros
o los últimos poemas de Joe en Verseando]
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joe dunthorne
Traducción de Silverio Moreda
cueva submarina
«Cada dieciséis metros de profundidad
equivalen a una bebida alcohólica»
Mauro Bertolini, El Manual del Buceador
Recuerda que tenía seis años,
boca arriba, bajo una silla en el suelo de la cocina,
observando las fosas nasales de su padre, ignotas,
y la falda de su madre ondulando como una raya águila
moteada. Bajo la mesa, descubrió
unas marcas de lápiz: un cuarto de circunferencia
y dos palabras subrayadas. Posible extensión.
Aquello era un código o quizá
la clave de un código.
En el lecho de la cueva,
el largo pestañeo de una ballena azul es
lo que uno demora en sondear el resultado de uno más uno.
El cielo se asoma por entre rendijas verdeazuladas,
como los apliques en el cuarto de su niñez.
Su mente ralentizada cree que el tiempo
es otra superficie más, que puede atravesar
las espirales de haloclina que nos separan
de nuestros pasados:
los recientes y los preservados.
Por aquel entonces, en el estudio de su padre,
vaciaba una bolsa de canicas sobre la moqueta.
Bajo el brillo de la lámpara, sujeta su mejor
canicón, y se ve a sí mismo nadando
en su arrecife de espiral.
Suelta su equipo autónomo,
y se siente joven o borracho. De sus labios
deja salir esferas de cristal.
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cave dive
«Every sixteen metres of depth is
equivalent to one alcoholic drink»
Mauro Bertolini, The Diver’s Handbook
He remembers being six,
lying on his back beneath a kitchen chair,
gazing up at his father’s unmapped nostrils,
his mother’s skirt riffling past like a spotted
eagle ray. Underneath the dining table,
he found pencil marks: a quarter circle
and two words underscored. Possible extension.
Back then, it was a code or perhaps
the solution to a code.
On the cave bed,
it takes a blue whale’s long blink to fathom
what one plus one turns into. The sky peers
down from blue-green slots like the lamp fittings
of his youth. His slow mind thinks time
is just another surface, he can pass through
the swirling halocline that keeps us
from our pasts:
the fresh and the preserved.
Back in his father’s study, pouring a bag
of marbles across the rug. In the glow
from the tentacled lampshade, he holds
up his Bosser, sees himself swimming
in its spiral reef.
Letting drift his aqualung,
he is either young or drunk. From his lips
he scatters balls of glass.
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