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 the painter

 

 

Sitting between the sea and the buildings 
He enjoyed painting the sea’s portrait. 
But just as children imagine a prayer 
Is merely silence, he expected his subject 
To rush up the sand, and, seizing a brush, 
Plaster its own portrait on the canvas.

So there was never any paint on his canvas 
Until the people who lived in the buildings 
Put him to work: “Try using the brush 
As a means to an end. Select, for a portrait, 
Something less angry and large, and more subject 
To a painter’s moods, or, perhaps, to a prayer.”

How could he explain to them his prayer 
That nature, not art, might usurp the canvas? 
He chose his wife for a new subject, 
Making her vast, like ruined buildings, 
As if, forgetting itself, the portrait 
Had expressed itself without a brush.

Slightly encouraged, he dipped his brush 
In the sea, murmuring a heartfelt prayer: 
“My soul, when I paint this next portrait 
Let it be you who wrecks the canvas.” 
The news spread like wildfire through the buildings: 
He had gone back to the sea for his subject.

Imagine a painter crucified by his subject! 
Too exhausted even to lift his brush, 
He provoked some artists leaning from the buildings 
To malicious mirth: “We haven’t a prayer 
Now, of putting ourselves on canvas, 
Or getting the sea to sit for a portrait!”

Others declared it a self-portrait. 
Finally all indications of a subject 
Began to fade, leaving the canvas 
Perfectly white. He put down the brush. 
At once a howl, that was also a prayer, 
Arose from the overcrowded buildings.

They tossed him, the portrait, from the tallest of the buildings; 
And the sea devoured the canvas and the brush 
As though his subject had decided to remain a prayer.

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  el pintor

 

 

Sentado, entre el mar y los edificios
disfrutaba pintar el retrato del mar
pero al igual que los niños imaginan una plegaria
sólo como silencio, él esperaba que su tema
se deslizara por la arena, y, tomando un pincel,
cubriera su propio retrato sobre el lienzo.

entonces, nunca hubo una pintura sobre su lienzo
hasta que la gente que vivía en los edificios
lo puso a trabajar: “trate de usar el pincel
como un medio para alcanzar un final. Elija, para un retrato
algo menos enojado y amplio, y más atado
al humor de un pintor, o quizás, a una plegaria”

¿Cómo podía él explicarles su plegaria,
que la naturaleza, no el arte, podría usurpar el lienzo?
Eligió como nuevo tema a su esposa,
haciéndola inmensa, como edificios en ruinas
como si, olvidándose de sí mismo, el retrato
se hubiera expresado sin pincel.

Levemente animado, hundió su pincel
en el mar, murmurando una sentida plegaria:
“Alma mía, cuando pinte el siguiente retrato
debes ser tú quien arruine el lienzo”
La noticia se esparció como fuego arrasador por los edificios:
él había vuelto al mar buscando su tema.

Imagínense a un pintor crucificado por su tema!
demasiado exhausto hasta para tomar su pincel,
provocó que algunos artistas se inclinaran desde los edificios
para hacer comentarios maliciosos: “¡No tenemos una plegaria
ahora, para ponernos nosotros en el lienzo,
o lograr que el mar se siente para ser un retrato!”

Otros lo declararon un auto-retrato.
Finalmente, todas las indicios de un tema
comenzaron a extinguirse, dejando al lienzo
perfectamente blanco. Él dejó el pincel.
de inmediato un alarido, que también era una plegaria,
nació de los repletos edificios.

Lo lanzaron, al retrato, del más alto de los edificios;
y el mar devoró el lienzo y el pincel
como si su tema hubiera decidido permanecer como plegaria.

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John Ashbery (Nueva York, 1927), Some Trees, 1956

Versión: Marina Kohon

 

de Otra iglesia es imposible

 

campodemaniobras.blogspot.com.es

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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