a worldly country
john ashbery
in memory of Barbara Epstein
Traducción e introducción de Daniel Aguirre Oteiza
Lumen Editores,
Barcelona (2009)
POR AHORA
Mucho se perdonará a quienes
no han caído en la cuenta de nada. Pero yo me pregunto,
¿tiene nuestra polémica un eje? Y si lo tiene,
¿quién se ocupa de iluminar? No es como si no me hubiera quedado,
apestando, en lo oscuro. Qué tiene este
desastre en particular que ver conmigo, sin duda
se habrá preguntado más de uno. Y si él
o ella de pronto viera retrospectivamente
la condición de víctima de todos esos años, cómo el dolor
era tan reversible como el placer, ¿no se identificarían
con nada al vender ahora en tiendas las cornucopias
de las secciones de descuentos expuestas a la intemperie?
De la despensa y el pajar salen alucinantes
patas blancas. Un modo de sentarse
se ha establecido, aunque son las mismas cosas
entre las que tanteábamos antes: juncos, antiguas partes
de lanchas motoras, huevas de arenque. Trajimos algo más:
alguna aclaración que, creímos, los meses
podrían disfrutar en su paulatino avance a través de los años:
“repentinas tomas de conciencia”, el significado de los sueños
y los viajes, y cómo las habitaciones de hotel
pueden llegar a ser el espacio significativo en el que siempre ha vivido uno.
Sólo es un jirón, en serio, un fragmento de vida
en el que nadie más parecía interesado. No es que se lo pueda uno llevar:
forma parte de la decoración, el baile, para siempre.
FOR NOW
Much will be forgiven those
on whom nothing has dawned. But I wonder,
does our polemic have an axis? And if so,
who does the illuminating? It’s not as though I haven’t stayed,
stinking, in the dark. What does this
particular mess have to do with me, surely
one or more may have wondered. And if he
or she suddenly saw in retrospect
the victimhood of all those years, how pain
was as reversible as pleasure, would they stand
for nothing selling in shops now, the cornucopias
of bargain basements open to the weather?
From pantry and hayloft spiffy white legs
emerge. A way of sitting down
has been established, though it’s the same stuff
we groped through before: reeds, old motor-boat
sections, skeins of herring. We brought something else—
some enlightenment we thought the months
might enjoy in their gradual progress through the years:
“sudden realizations,” the meaning of dreams
and travel, and how hotel rooms
can become the meaningful space one has always lived in.
It’s only a shred, really, a fragment of life
no one else seemed interested in. Not that it can be carried away:
It belongs to the décor, the dance, forever.
ñ
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