john berryman
dream songs
John Berryman (1914-1972) pertenece a lo que, con las imprecisiones del caso, la crítica conoce como la “segunda generación” de poetas norteamericanos de este siglo. Una generación que ha visto desaparecer a sus mejores hombres, víctimas del suicidio o la enfermedad: Roethke, Olson, Jarrell, Schwartz; y los que, como Robert Lowell, han logrado sobrevivir, lo han hecho ante la amenaza permanente de la locura. Berryman mismo, cuya obra es objeto de una creciente valoración, se quitó la vida al lanzarse desde un puente al Missisippi, no sin antes agitar la mano en señal de despedida. Gesto postrero, extravagante, de un gran poeta.
A partir de 1964, la poesía de Berryman había adoptado el tono confesional y desgarrador común a ciertos poetas norteamericanos como Lowell, Sylvia Plath y Anne Sexton. Especie de Diario íntimo o de Cuaderno de notas, su obra mayor, The Dream Songs, reúne las visiones y reflexiones de Henry, su alter ego, sobre la poesía, el amor y el suicidio. En el memorable prefacio a Recovery, novela postuma de Berryman, su amigo Saúl Bellota: «Lo que necesitó para su arte le había sido provisto por su propia persona, por su espíritu y su ingenio. Lo extrajo de sus órganos vitales, alumbrándolo su propia piel. Y al final ya no quedó nada. Fallaron los refuerzos. Le faltaron las fuerzas.
John Berryman no ha sido traducido al castellano.
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dream song 153
I’m cross with god who has wrecked this generation.
First he seized Ted, then Richard, Randall, and now Delmore.
In between he gorged on Sylvia Plath.
That was a first rate haul. He left alive
fools I could number like a kitchen knife
but Lowell he did not touch.
Somewhere the enterprise continues, not-
yellow the sun lies on the baby’s blouse-
in Henry’s staggered thought.
I suppose the word would be, we must submit.
Later.
I hang, and I will not be part of it.
A friend of Henry’s contrasted God’s career
with Mozart’s, leaving Henry with nothing to say
but praise for a word so apt.
We suffer on, a day, a day, a day.
And never again can come, like a man slapped,
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Estoy furioso con Dios porque ha devastado esta generación.
Primero agarró a Ted, después a Richard, a Randall y ahora a Delmore.
Entre uno y otro se tragó a Silvia Plath.
Fue una cacería excepcional. Dejó vivos
a muchos tontos que puedo señalar como a un cuchillo de cocina.
Pero no tocó a Lowell.
En algún lugar la empresa continúa,
(un sol amarillo se cobija en la blusa del niño)
no en el pensamiento escalonado de Henry.
Supongo que la palabra sería, debemos sometemos.
Después.
Corto, y no tengo más nada que ver con eso.
Un amigo de Henry comparó la carrera de Dios
con la de Mozart, dejando a Henry sin nada qué decir
excepto alabanzas para un juicio tan certero.
Sufrimos, un día, un día, otro día.
Pero ya no pueden volver como un hombre abofeteado,
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