julieta valero
de Los heridos graves
canción del medianero
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Tengo un pie bronco y perfecto en cada uno de los
océanos que forman vuestra carne.
Puedo abrazar el comportamiento de cualquier clase
de fruta.
Os amo. Os amo y recorro sin descanso porque es mi
naturaleza amanecer y la vuestra la de las grandes
extensiones castellanas.
Pero no protejo las cosechas ni desinfecto rasgaduras;
la savia, el agua, dos que se tocan, todo lo que fue
conjurado para la vida ignora mi negocio.
Soy la luz privada de su importancia.
Asisto a vuestras vidas y aprecio mejor que Dios la
herida amarga del anciano cuando la niña se recoge
el pelo y es sanguinaria su belleza y es aún más
sanguinaria la distancia.
Pero hay en mi osamenta una condena de palcos y
fraternidad.
Distingo. Distingo la pequeña habitación de los
amantes y el desorden en el resto de la casa, la
verdad en los sumarios, el reparto de calcio entre las
almas, el cuadro que agoniza en los ojos de aquel
hombre esperando el colectivo.
Veo todas las criaturas y estirpes que nacieron de la
necesidad y separo con una caricia las que
devinieron en beso de las que fueron presidio y no
pudieron desprenderse tiernamente de su
diagnóstico.
Soy vigilia también junto a los anaqueles de la historia.
Escucho y contengo y lluevo indulgencias.
Viene el traidor; me arroja sus razones y son los ojos
del muerto en batalla los que sacan un arrullo de mi
boca; es la pequeña dimensión de la que viven los
decálogos lo que impide que os convenza de su
niñez.
Tengo las credenciales del aire. Tengo todas las llaves
pero si tiento mi acera encuentro que estoy en el
mar.
Y sufro.
Porque soy un hombre pero todos los hombres.
Porque llevo un panorama en el pecho pero no es mi
lugar esta cumbre.
Porque en cada amanecer hay un hurto silencioso y es
para nadie.
Más alto estaría en las botas del guerrillero, en su error
y su diana.
Más alto surcando salarios y criaturas con mi rostro.
Bendito quien reposa en una ingle y cae depauperado.
Bendito quien contrae una codicia que le arrasa toda
duda.
Bendito quien se equivoca y no mancha porque lleva
en el bolsillo la medida de los astros.
Sólo es mortal quien renuncia a perseguir su tamaño.
Bendito cada hombre, todos los hombres.
Bendito este insomnio que dicen yo.
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el comportamiento de la fruta
soy la luz privada de su importancia.
y es sanguinaria su belleza y más
sanguinaria la distancia
tengo todas las llaves
pero si tiento mi acera estoy en el
mar
en cada amanecer hay un hurto silencioso
para nadie
bendito quien reposa en una ingle y cae
quien contrae una codicia que le
arrasa toda duda.
este insomnio que dicen yo.
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Valero, Julieta. Los heridos graves. Musa a las 9
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