Galicia-agosto-otra mujer
En estos días de verano
una mujer discontinua, pariente de olas y sórdidos menajes.
En este verano plagado de días para los que no tengo alimento
una mujer arrasada y sinembargo.
–
Y me mira, me mira enseñando el sistema nervioso,
a mí, sólo a mí, que me pongo hermosa de privilegio;
se abre la camisa y tiene dos llagas para mí,
que me revelo deseable como un desarraigo
e ingreso en la vida azarosa de los espías.
–
Una mujer arrasada y aún es tiempo.
–
Y en mí conoce al fin puente y calidez.
–
«Trabaja con las manos» -alguien dice-.
«Se le cayó el alma en un descuido y
la saca los domingos de paseo»
-susurran sus órganos, todos con fiebre-.
Y yo sé más de lo que debiera
escuchando su cuerpo de último esfuerzo por todo;
su cuerpo brotado a destiempo en un bosque
de árboles esbeltos como niñas
(«todas eran más guapas» -admitía su madre-).
Hoy son muchos los hombres y mujeres que corren a escuchar
lo que canta su desnudo.
–
–
–
¡Oh tierra que pace once meses bajo el agua!
¡Oh cuerpo hermano al borde del abismo!
Dadme plaza en este mes que a todos los ojos convoca.
–
La casa que habitamos apenas ha notado un susurro.
Los árboles de ahí fuera nos distan con jurásica piedad.
–
Se irán las diminutas clavículas de mi perro, que sostienen su tanto,
te llorarán los pechos con pena cada día más blanda.
Y me muero, me estoy muriendo en el sol,
me estoy muriendo de una pequeña dimensión
porque toco la vida y es tan frágil que me enferma.
Me muero de pena por todo lo innombrado
esa mujer y su puente hacia mi rostro.
–
Una fina corriente arrastra pronto el luto.
Soy desleal tal cual tomo aliento.
Viene mi amante, entran los días; yo diré si me tocan.
Bajo al comedor y ya te estás diluyendo, no nos hemos sucedido.
Silencio. Nuevos visitantes.
–
julieta valero
de El altar de los días parados
–
0 comentarios