5-10

 

ray

 

Ray es la asfixia de respirar con un pulmón ajeno. Tiene prisa y se oculta porque vive al otro lado: al otro lado de lo que sea,

que eso es lo de menos: lo que importa es un motivo para no detenerse y para ocultarse, que es lo que conlleva un destino

marginal, con una ilegalidad previa a cualquier delito, es decir, que puede tratarse más bien de una contralegalidad sin

delincuencia alguna.

¿Y el lugar o el motivo del extravío, de la divergencia? Es también anecdótico y, si Ray lo encontrara, lo volvería a perder

inmediatamente. A veces sucede que no hay un lugar adónde ir y después sí hay un lugar adónde ir y luego nos pasamos

de largo. Así que no tenemos nada.

Otras veces, el sufrimiento invierte posiciones. Ray tal vez se encuentra por sorpresa a sí mismo cuando menos lo espera,

sobre todo porque a los que corren por un laberinto, su propia velocidad los confunde. Lo clandestino, que es el camuflaje, que

es la dispersión, puede haberle dado capacidad para pensar una cosa, sentir otra y hacer otra distinta.

Tal vez Ray cree, con el poeta, que habría que añadir, a la lista de los derechos inalienables del hombre, al menos otros tres:

el derecho al desorden, el derecho a equivocarse y el derecho a irse. Es un hombre enjuto con un rostro intenso, aunque puede

ser solamente el efecto de la prisa, o de la velocidad de su vida: son muchos los que están presos fuera de la cárcel: aguantando,

baratos de precio, esperando sin esperar una oportunidad. Ray ya no sabe si no puede detenerse porque está escapando de algo

o de alguien o, más bien, porque llega tarde a su propio tiempo, como una planta que se retrasara en florecer, que llegara tarde a

la primavera.

Corre para escapar de los días actuales, presentes, llenos de confusión y salchichas, y alcanzar los días futuros de abstracción,

aunque sabe que son imposibles o no existen. Y siempre con la marea baja y las puertas entornadas, sin calefacción, con las farolas

apagadas: solo o aislado, o separándose o distante.

Una vida humana parece siempre incompleta, pero a veces es realmente incompleta, aunque nunca nada se va del todo. Esta

vida es que da pocas explicaciones. Oh, hazme una máscara y un muro que me oculte de los espías –lo dijo el poeta-.

 

 

 

 

© Fotografía de Lee Jeffries


 

 

 

 

 

 

 

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