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los tres primeros años. Julieta Valero. Vaso Roto, 2019. 78 páginas. 15 euros

 

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‘Los tres primeros años’ constata que el activismo lírico de Julieta Valero sigue sublevándose contra un mundo que no está bien hecho ni bien dicho.

 

En el anterior libro de Julieta Valero, Que concierne, asistíamos a la construcción de un sujeto en quien concurrían los roles de presente ciudadana (con el 15-M como telón de fondo) y de futura madre. Siguiendo el orden cronológico, esta nueva entrega refleja los tres primeros años de vida de la hija y la transformación del núcleo familiar a partir del nacimiento.

No falta aquí el inventario de los asombros domésticos que convoca una “bebé ludens” que canta una y otra vez Estrellita, que pronuncia sus primeras palabras, que padece exantemas infantiles y que va al colegio. No obstante, una aproximación temática sería injusta con un libro sin azúcares añadidos donde la poeta ofrece una deconstrucción de la maternidad, rebate algunos prejuicios arraigados sobre los vínculos filiales y transita entre la anatomía individual y el organismo social.

Dos recursos ejemplifican este enfoque. Por un lado, Valero rehúye el dialecto realista mediante una sintaxis descoyuntada que traduce el cogito interruptus propugnado por Umberto Eco: así, una onomatopeya puede convertirse en epifonema de un discurso político (“la bota en el radio de la rueda evolutiva real democracia catapum”), o la indeterminación textual puede abismarse en una pausa sin solución ni continuidad (“eres inconcebible como la”, “costilla flotante que no cesa de”).

Por otro lado, la crónica personal se contamina del ruido exterior. En efecto, abundan las glosas de noticias periodísticas que ilustran los desgarros de nuestro tiempo, desde la revisión de la memoria histórica hasta las páginas de sucesos, en una estrategia que recuerda a la empleada por Jorge Riechmann en El día que dejé de leer EL PAÍS. Esta vertiente comprometida no es incompatible con una escritura diarística y testimonial que incorpora el nombre de la hija como garante del pacto autobiográfico: “Mi hija es una niña, será una mujer que contenga todos los adjetivos con oxígeno. Se llama Lara”. Los tres primeros años no solo supone el reencuentro con una de las voces más singulares de la actualidad, sino la constatación de que el activismo lírico de Valero sigue sublevándose contra los simulacros de un mundo que no está bien hecho ni bien dicho.

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