epílogo
Dile a Baudelaire una cosa bonita.
Háblale de nuestra muerte más hermosa,
cédele un poco de nuestro país de espectros,
caminemos con él como camaradas o
repentinas compañías de cinematógrafo,
contémosle los besos en la región espuma.
Y que cada día se adormece un dinosaurio
entre tus piernas
para entorpecernos el amor.
Baudelaire dice que poseeremos lechos
colmados de aroma.
Pero nuestro amor ha visto crecer la hierba,
ha especulado en el pabellón soleado
de la historia
y se ha cortado los pies en las caballerizas:
nuestro amor, antiguo y planetario,
ha visto engordarse la tierra, ha comido frutas
de los árboles, se ha sentado a la luna
de una noche llena de divanes
y ha respirado
del canto de las ninfas más cercanas.
Baudelaire no conoce tus excesos de muerto dulce.
Vamos,
mi amor,
cuéntale cómo fue aquello
de ir amaneciendo con un dinosaurio
hambriento en el ombligo.
Luisa Castro
Epílogo
De Odisea definitiva. Libro póstumo
Arnao, Madrid, 1984
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