Lo merecemos todo menos esta decoración de macetas de mimbre,
menos esta colección de manuales indispensables
y los ceniceros de plata porque el mundo lo decreta.
Pero en Santa Kilda sólo existe el confort para nosotros
y los pingüinos,
ellos no nos venderán alfombras persas mientras
hago memoria
y apareces.
Pero come,
no te pongas enfermo nunca.
Luisa Castro
PREGUNTÓ INSISTENTEMENTE ISOLDA, II
Ballenas
1988
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