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los reyes del anochecer I

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De comida del diablo me alimento.

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Los reyes del anochecer

se abrigan

un paso atrás del puesto encomendado.

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Voy hasta la esquina del moro

y allí pongo mi sonrisa, mi dinero.

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Por siempre hombres armados

que saben decir no

y hombres desarmados que carecen de rutina

mezclados me perturban, me apasionan

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con sus mesas de playa abiertas

en la noche,

con sus tres o cuatro cosas en venta.

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El mismo perfume desde hace dos años,

mi amor hecho de pesas,

una forzosa condición para llegar hasta el final

y mucha gente que sepa

lo infelices que somos

viéndonos como uno más,

eso quisiera, sí.

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Y que todo quede atrás, cuando salgo de este bar,

Con el último hueso de aceituna.

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Luisa Castro

de De mí haré una estatua ecuestre

1997

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