mediodía
|
I
Un almuerzo de averías y lutos instantáneos
detrás de las ventanas. La soledad es una mentira para acercarte a los besos con premeditación. Sólo esta sensación de pan lejano, de hambre que no es, de transeúntes mojados en un día caliente, sólo la certidumbre de masticar el aire, de ver que todos se han muerto de repente en este mediodía abierto a los abismos. Está bien, II
Yo, mientras, cuento con paciencia las arenas que me habitan
y no estoy sola entre tanto caos y esta fauna irreverente que me crece desde adentro y me pregunto dónde podrás estar cuando el naufragio llegue y que si vas a volver separando las aguas, frenando la lluvia de este día, comiéndote los charcos tiempo de mi casa, instalando sin dolor tu maldición de aguacero. Es pronto para decir que se han precipitado Y el ángulo recto insostenible del amor, (Querían verte con una sonrisa plana y Es bastante pronto para afirmar III
Y debo preguntarme dónde estarás ahora,
entre qué destrucciones, entre qué cadáveres, recordando qué malditas aventuras de niños, sólo de niños, pero temprano es una palabra no muy bella, y yo ya no puedo con viejas historias de novios que se besan en los puertos y hacen el amor en los portales, no puedo ya con las leyendas heroicas de mi pueblo, no tengo apenas un miedo que devaste las canciones y no sé si es prematuro decir que casi te amo cuando la palabra triste deja de pesar sobre las conciencias. Imposibilidad sólo hay un pan inútil y trabajoso IV
Bueno, mi amor, y luego todos los hijos
que no llegaron a tiempo para la celebración del vino y el espanto de las ventanas tapiadas. V
El sol inventa excusas y entonces tú
tendrías que llegar, irrumpir en los pasillos, echar abajo las puertas, preguntar por algún nombre y besar con amor todos los maltratados brazos. Tendrías que despojarte del cuchillo, de las artes de la lucha y del polvo del combate y amar como los hombres grandes alzados en las estatuas, amar brutal e impunemente con altura de grito que cierra todas las guerras. Ya ves, en cambio yo admito tristemente Yo, la de los pechos más tristes, |
0 comentarios