manuel vilas: gran vilas: II. democracia: alcoholismo de las circunvalaciones

 

 

 

 

 

gran vilas

2012

 

 

 

 

alcoholismo de las circunvalaciones

 

 

 

 

No me quisiste bastante y yo a ti tampoco:
la clase media baja española no puede permitirse
el lujo de los amores turbulentos,
aunque beber sí que bebíamos,
con toda la fuerza del estúpido universo,
eso sí que lo hacíamos tú y yo: bebíamos,
bebíamos mucho, grandes bebedores finalísimos,
como diría el poeta español Vicente Aleixandre,
premio Nobel de Literatura en 1977,
y completamente muerto y olvidado,
porque España no ama a sus poetas, y hace bien.
Tampoco nos ama a nosotros dos, y hace mal.

 

Para qué amar a los poetas, para qué amar a nadie.

 

Ser libres, al final, debería ser suficiente.

 

¿Has visto los barrios periféricos de Madrid,
de Barcelona, de Valencia, de Sevilla y Zaragoza?
¿Has visto todos esos bloques levantados
al lado de las circunvalaciones, de las autopistas,
de las gasolineras, de los polígonos industriales?
Están llenos de gente que madruga.

 

Cómo íbamos a amarnos en uno de esos pisos
hasta la consumación de nuestros cerebros,
de nuestras nóminas,
de nuestras deudas humanas.

 

Cómo íbamos a ser Romeo y Julieta allí.

 

Para nosotros inventaron el matrimonio y la fecundidad.

 

Esos miles de pisos en los desiertos españoles,
esa dureza de las administraciones públicas
contra los niños desilusionados,
contra los hombres tristes
y contra las madres drogadictas.

 

¿Quemaste alguna vez una administración pública española?

 

No, qué va, te convertiste en un trabajador,
en un empleado diligente y responsable.

 

Como en el poema de Bécquer, no pudo ser.
A las clases medias bajas de España
asusta la locura de amor y la destrucción
y el asesinato político.
Nadie es feliz aquí, pero disimulamos muy bien.

 

Además, siempre acaba llegando el verano,
la gracia popular de los veranos españoles,
y la gente termina perdonando al Presidente
del Gobierno y al Rey de España y al Presidente
de la Patronal y al Presidente de la Banca
porque llega el calor y ya da todo lo mismo.

 

Da todo lo mismo, y eso somos nosotros.

 

Porque sales a la calle y el sol está allí,
jodiéndonos a todos por igual,
con su poder infinito
que es anterior
a la creación del orden social y al orden de la historia.
Y te hace reír eso, que el sol
queme a ricos y pobres, eso está bien, sí.

 

Perdóname, arcángel del horror,
por no haber mordido todas las manzanas de la vida.
Por no haber mordido el cuello del Papa de Roma,
el cuello marmóreo de la reina de Inglaterra,
el cuello fragante del Presidente
de la República Francesa,
el cuello cansado del Rey de España
—este cuello ni hacía falta morderlo,
pues bien merecía nuestra innecesaria indulgencia—,
y el cuello negro del Presidente —da igual que sea negro,
te lo juro— de los Estados Unidos.

 

No acaudillé, entonces, una banda de asesinos.

 

Miseria y verdad llevo tatuados
en mis brazos de gigante.
El gigante que hubiera podido hacerte
madre de media docena de hijos sanos y nuevos,
que es lo que teníamos que haber hecho juntos.

 

Mándame, arcángel, al infierno por haber sido cobarde.

 

Por no haber luchado contra el orden con todas las armas
de la caballería andante.

 

Miseria y despertadores que suenan
a las siete de la mañana, camino del autobús urbano,
camino de la marquesina, envuelto en un anorak
verde, camino del horno, camino de esta vida
que me disteis, y que os agradezco
de todo corazón, sois los mejores.

 

Miseria y trienios, amor de mi vida.

 

Mándame al infierno por haber sido bueno.

 

Perdóname, arcángel, por haber sido pobre.

 

La pobreza se consigue con esfuerzo personal.
No se regala. No es tan fácil ser pobre.
Hay que luchar por ella, por la pobreza.
La pobreza se da en justicia porque los pobres
somos pobres porque antes fuimos vagos e inútiles.

 

Amor mío, bebe en esta noche vilasiana,
cerveza y vino, whisky y ginebra,
gran noche vilasiana contra los órdenes de la vida
de nuestros semejantes
que apestan a obediencia y a mansedumbre,
—y bien sé que es buena y cálida la mansedumbre
y dulce y serena y enigmática la obediencia—,
bebe, bebe un poco más, amor mío,
hasta que la botella no pese nada y sea transparente,
pese menos que el aire y ascienda a los cielos maravillosos.

 

Porque jamás existió la vida privada, arcángel.

 

Aún cabe un trago más en esta losa de carne.

 

Bebe hasta que salga el sol y nos queme a todos por igual.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

manuel vilas
poesía completa
1980-2018

volumen MLIX de la colección Visor de Poesía
2ª edición, enero 2019
3ª edición, noviembre 2019

visor libros
madrid

1 Comentario

  1. NdAlfonso

    Con la poesía de Manuel Vilas voy aprendiendo que hay que decir la verdad,
    pero no sólo la verdad ni toda la verdad; se trata más bien de ir diciendo las
    verdades de la verdad, sin mucho énfasis —o con demasiado énfasis, que
    viene a ser lo mismo, y lo que Vilas, a menudo, prefiere hacer—.

    Lo que importa es el tono, el modo de decir la verdad; no se vale a decir
    mentiras, desde luego, en todo caso a exagerar a veces las cosas para que
    parezcan o sean menos serias. Tal vez a Vilas le gusta ese juego de cambiar
    de pronto la perspectiva, el destinatario y el destino, el valor relativo de las
    cosas y de los asuntos. Pero no trata de confundirnos, de ningún modo, sino
    al contrario, lo que quiere es decirnos la mayor cantidad de verdad que pueda
    decirse, pero sin ponerse serio, haciéndonos ver casi siempre las otras
    opciones, las muchas posibilidades que tiene una verdad y que nunca se
    nos habrían ocurrido.

    ndalfonso

    Responder

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