manuel vilas: una sola vida: camareros de la tierra

 

 

 

 

manuel vilas

una sola vida

lumen 2022

 

 

 

 

camareros de la Tierra

 

 

 

Contemplo la vida de millones de camareros de la tierra, de

América, de Europa, de Asia, de África, de todos los continentes,

de todas las ciudades del mundo, camareros que se dedican a

servir cafés, cruasanes, tostadas, zumos de naranja, cervezas,

vinos, aguas minerales con gas y sin gas, con hielo y limón o sin

nada, primeros platos, segundos platos, ensaladas y arroces,

pastas y sopas, carnes y pescados, postres, pasteles, tartas de

bodas o de cumpleaños, infusiones, whiskies, ginebras, vodkas,

cubalibres, champán, todo cuanto puede ser demandado en un

bar, en una cafetería, en una casa de comidas, en un restaurante

barato de cadena internacional o en un restaurante de lujo.

 

Camareros de la tierra, hombres y mujeres que hacéis la vida

más soportable y nos ayudáis a no desfallecer, yo os celebro,

siempre os veo como una revelación en todas las ciudades que

visito con vuestro duro quehacer a cuestas, iluminando nuestras

existencias turísticas, ayudándonos a fabricar sonrisas en

nuestros rostros de plomo.

 

Hablé con Paul en un restaurante de Ámsterdam, hablé con

Begoña en el bufet libre de un Hilton de Bogotá, hablé con Marie

en una cafetería de París, hablé con Armando Luis en un bar de

Chicago, charlas, sonrisas, y mi inmenso agradecimiento, porque

estabais allí, al lado de un hombre solitario que atraviesa

continentes y autopistas para estar a vuestro lado.

 

Allí donde hay un camarero, yo sé que hay placer y

civilización y democracia y allí hay un alma buena, una defensa

de Dios.

 

Porque Dios será un gran camarero, y su hijo Jesucristo el

mejor barman del universo, de eso estoy seguro.

 

Yo fui uno de vosotros una vez, yo fui camarero en la semana

santa de 1980, en un restaurante de montaña de la provincia de

Huesca, lleno de gente que reía, fumaba y bebía y yo les ayudaba

en su pasión.

 

Tenía diecisiete años.

 

Una semana santa sirviendo cafés y coñacs y cuarenta años

siendo el camarero de las palabras, porque los poetas también

somos camareros.

 

Llevamos en nuestras bandejas palabras.

 

Todas las palabras.

 

¿Qué palabra quiere usted, caballero?

 

¿Qué palabra desea usted, señora?

 

En vosotros, oh, camareros, descansa la vanguardia de la

historia. Para mí sois más importantes que el Presidente de los

Estados Unidos, que el Papa de Roma, que la Reina de Inglaterra

y no digamos que el Rey de España, el Zar de Rusia y todos los

primeros ministros de todas las democracias del mundo.

 

Camareros y camareras de la tierra, yo os bendigo.

 

Se va yendo la belleza de este gran planeta que heredamos de

padres enamorados de la vida, pero mientras haya un solo

camarero sobre la tierra aún latirá la esperanza.

 

Me hundiré en el abismo de la muerte al lado de un camarero,

en una charla final sobre la grandeza y el fracaso de haber

vivido, con dos velas encendidas, en la mesa de un restaurante

frente al mar, porque se está yendo la belleza de todas las cosas.

 

Camareros de la tierra, más necesarios que Albert Einstein y

William Shakespeare y Pablo Picasso y yo mismo, yo os bendigo.

 

Seguid iluminando las tinieblas de la historia.

 

 

 

 

 

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