niños enamorados ·de Mariano Peyrou
- Los 15 poemas que conforman el título del escritor argentino afincado en España poseen una intensidad inusitada en la poesía hispánica contemporánea
- La mayoría de los poemas de Peyrou tienen la virtud de poseer sus propias claves interpretativas, y como todo buen arte se explica a sí mismo
Pre-Textos
Valencia
2015
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la otra vida
Cada una de sus cartas aviva
lo que somos y las posibilidades
del sueño y la demora,
muestra un espejo donde aparecen
siglos de infancia condensados en
la imagen de unos niños enamorados
tirándose del pelo. No tiene
nada que ver con mis lecturas
sobre Giordano Bruno ni con
la sorprendente humedad de esta
estación saturada de burbujas,
recuerdos tibios que van de un lado
a otro imitando a las luces
de los coches de una ciudad
desértica. En otra época se habría
dicho que las clarinetistas saltaban
desde los tejados de las casas
donde apenas ardía un poco de
leña cada noche y volaban
un rato en los sueños ajenos
antes de hacerse polvo contra
las piedras, recuperando para los
demás ese trozo de vida que nos
falta, y se elevaban de nuevo,
polvo secreto sobre los bosques cercanos,
y su música sonaba para siempre,
en los desvanes y en los nietos,
sigilosa y alegre, cogidos de la mano.
Nada que ver con las excavaciones
submarinas ni con el falso mito
de los bombones envenenados, pero
ahora es así, pongo la radio
y oigo lo que habría querido decir antes,
las oscuras motivaciones de la hierba
son las nuestras.
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Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971, aunque afincado en Madrid desde 1976) ha dado a los lectores de poesía posiblemente su mejor libro hasta el momento, lo cual ya era un reto, tratándose de uno de los poetas que mejores y más interesantes entregas nos había regalado en los últimos años, con títulos como La sal (2005) o Estudio de lo visible (2007), entre otros. Su labor no sólo como poeta, sino como narrador, se complementa con el volumen de relatos La tristeza de las fiestas (2014) y la novela De los otros (2016), sin contar sus innumerables y atractivas traducciones. A finales de 2015 se publicó Niños enamorados, siempre en la editorial Pre-Textos, impresionante poemario y muy recomendable.
Niños enamorados comprende sólo 15 poemas, pero se trata de textos extensos que, además, poseen una intensidad inusitada en la poesía hispánica contemporánea. La materia discursiva que los caracteriza se halla transida de una fuerte sustancia verbal, imaginística y simbólica, sin desdeñar cualquier tipo de conexión semántica, fonética o sintáctica que sea afín a la producción de sentido. Por eso dice en un momento determinado que «El amor es una estructura lingüística» (p. 46), en el poema «El ideal» (pp. 45-48), quizás una de las composiciones más logradas de todo el volumen, por su rigor formal y su fuerte carga pervasiva. Sí, ese podría ser el origen a considerar, pero la proyección es mucho mayor, descontrolada y en continua expansión. Niños enamorados salta hacia el otro —la otredad dialógica, bajtiniana en toda su amplitud— y ahí es donde se pierde la referencia, donde se deja de poseer para —por el contrario— compartir, para vivir en el otro, fin práctico de cualquier punto de partida teórico.
Por eso varios poemas tienen títulos que aluden a esta visión platónica, digámoslo con la filosofía clásica: «Teoría» (pp. 28-29), donde esta relación dialéctica y gestáltica se hace cuerpo: «Ése es el juego maravilloso: que / parezca un símbolo, haz que nos arrastre / con la estrategia de un símbolo» (p. 28), llevando esa dinámica lúdica a convertirse en el propio mecanismo del intercambio —conocimiento y comunicación—: «(…) Manejamos sólo unos / recipientes opacos donde no hay más / que cierta capacidad para el juego, / y eso no es poco. El texto / no es simbólico, lo que es el simbólico / es el lector» (ibíd.). Más adelante, en el mismo poema, concluye que: «La práctica es posible. La teoría / es utópica o al menos delirante, / y la adoro por eso» (p. 29). La mayoría de los poemas de Mariano Peyrou tienen la virtud de poseer sus propias claves interpretativas («Siempre un exceso de interpretación», p. 25, como bien dice en «El miedo tranquilo», pp. 23-27), que amplían la concepción poética —no sólo del autor, o del libro— y como todo buen arte se explica a sí mismo, ensayando sus ejes autorreferenciales, explayándose, dejándose llevar por las sugerencias y los caminos que van surgiendo muchas veces de manera sorpresiva.
«El ideal», antes citado, plantea todo esto desde la correspondencia de lo que se piensa y sucede a través del hilo cognitivo que genera el ser humano. No en vano hay una búsqueda de universalidad en toda la poesía de Mariano Peyrou a sabiendas que es una búsqueda vana, aunque de eso se trata: «(…) Tiene algo limpio: / un movimiento líquido, garantía / de que no me voy a detener / en ningún sitio, de que / buscar y no encontrar, / dejar atrás, / abajo / quemar las sensaciones hasta el humo, / estoy ahí entre las nubes, / lo que se busca es no encontrar, / seguir buscando». Así finaliza este magnífico poema, que «Tiene algo nuevo: desprovisto de / significado, cada uno / pendiente de la reacción / del otro para inferir como se / pueda lo que no se puede / preguntar. (…)» (pp. 46-46). El otro —habría que ponerlo con mayúsculas, el Otro— de nuevo como epítome de todo, como solución donde encontramos lo que no se busca. Ése es el hallazgo, y podríamos ir muy lejos en la exégesis.
Mariano Peyrou nos ha regalado un libro impresionante que es sin duda uno de los mejores poemarios de los últimos años. Un libro necesario que calificamos como obra maestra. Un poeta imprescindible en el panorama actual.
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