abundancia y necesidad
Pero lo peor es el repentino cansancio por todo. Parece abundancia,
parece que ya se tuvo todo y que no se quiere nada más. Cansancio de los
Beatles. Y cansancio también de aquellos que no lo son. Cansancio
inclusive de mi libertad íntima que fue tan duramente conquistada.
Cansancio de amar al otro. Mejor sería el odio. Lo que me salvaría de esta
impresión de abundancia —¿es abundancia o una libertad que me está
resultando inútil?— sería la rabia. No cierto tipo de rabia amorosa que hay.
Sino la rabia simple y violenta. Cuanto más violenta, mejor. Rabia de los
que no saben nada. Rabia también de los inteligentes del tipo que dicen
cosas. Rabia del cinema novo, ¿por qué no? Y del otro cine también. Rabia
de la afinidad que siento con algunas personas, como si ya no hubiera
saciedad de mí conmigo. ¿Y rabia del éxito? El éxito es una metida de pata,
es una falsa realidad. La rabia me ha salvado la vida. Sin ella ¿qué sería de
mí? ¿Cómo soportaría yo el titular que salió un día en el diario y que decía
que en Brasil diariamente se mueren de hambre cien niños? ¿La rabia es
mi rebelión más profunda por ser gente? Ser gente me cansa. Y siento
rabia por sentir tanto amor. Hay días en que vivo de la rabia de vivir.
Porque la rabia me revitaliza toda: nunca me sentí tan alerta. Bien sé que
esto va a pasar, y que la necesaria necesidad ha de volver. Entonces voy a
querer todo, todo. Qué bueno es necesitar e ir teniendo. Qué bueno es el
instante de necesitar que precede al instante de tener. Pero tener con
facilidad, no. Porque esa aparente facilidad cansa. ¿Hasta escribir está
resultando fácil? ¿Por qué yo escribía con las entrañas y en este momento
estoy escribiendo con la punta de los dedos? Es un pecado, bien lo sé,
querer la necesidad. Pero la necesidad de la que hablo es tanto más
plenitud que esa especie de abundancia. Simplemente no la quiero. Voy a
dormir porque no estoy soportando este mundo mío de hoy, lleno de cosas
inútiles. Buenas noches para siempre, para siempre. Hasta el próximo
sábado. Y no me respondan: no quiero oír la voz humana. Y si soporto mi
voz despidiéndose es porque ella empeora mucho mi rabia.
Solamente una rabia, sin embargo, es bendita: la de quienes necesitan.
Clarice Lispector
Revelación de un mundo
Selección de textos, presentación,
revisión y notas de Amalia Sato
A descoberta do mundo
Adriana Hidalgo editora S.A.,
octubre de 2005
Buenos Aires
fartura e carência
Mas o pior é o súbito cansaço de tudo. Parece uma fartura, parece
que já se teve tudo e que não se quer mais nada. Cansaço dos Beatles.
E cansaço também daqueles que não os são. Cansaço inclusive de
minha liberdade íntima que foi tão duramente conquistada.
Cansaço de um amar o outro. Melhor seria o ódio. O que me salvaria
dessa impressão de fartura – é fartura ou uma liberdade de que está sendo
inútil? – seria a raiva. Não um tipo de raiva amorosa que existe.
Mas a raiva simples e violenta. Quanto mais violenta, melhor. Raiva dos que
não sabem de nada.
Raiva também dos inteligentes do tipo que dizem coisas. Raiva do cinema
novo, por que não? E do outro cinema também. Raiva da afinidade que sinto
com algumas pessoas, como se já houvesse fartura de mim em mim.
E raiva do sucesso? O sucesso é uma gafe, é uma falsa realidade. A raiva me
tem salvo a vida. Sem ela o que seria de mim? Como suportaria eu a manchete
que saiu um dia no jornal dizendo que cem crianças morrem no Brasil diariamente
de fome?
A raiva é a minha revolta mais profunda de ser gente? Ser gente me cansa.
E tenho raiva de sentir tanto amor. Há dias que vivo de raiva de viver. Porque a
raiva me envivece toda: nunca me senti tão alerta. Bem sei que isso vai passar,
e que a carência necessária volta. Então vou querer tudo, tudo! Ah como é bom precisar
e ir tendo. Como é bom o instante de precisar que antecede o instante de se ter.
Mas ter facilmente, não. Porque essa aparente facilidade cansa. Até escrever está
sendo fácil? Por que é que eu escrevia com as entranhas e neste momento estou
escrevendo com a ponta dos dedos?
É um pecado, bem sei, querer a carência. Mas a carência de que falo é tão mais plenitude
do que essa espécie de fartura. Simplesmente não a quero. Vou dormir porque não estou
suportando este meu mundo de hoje, cheio de coisas inúteis. Boa noite para sempre,
para sempre. Até sábado que vem. E não me respondam: não quero ouvir a voz humana.
E se suporto a minha voz de despedindo é porque ela piora de muito a minha raiva.
Só uma raiva, no entanto, é bendita: a dos que precisam.
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