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Al asomarme, vi las antonias azules.
Sobre los pétalos de seda celeste brillaban las pecas violetas parecían arder y girar como si fueran almas o
planetas.
A veces daban un pequeño maullido, se oía bramar a los dibujos azules… así que habían nacido la noche
anterior de súbito y un poco antes de tiempo.
A su lado, las otras flores no podían subsistir. Ya habían caído los azahares, la marcela, las rosas
desenroscadas.
Fui a esconderme, a encerrarme, a acostarme.
Pensé en mamá en un lejano país, que no me había alertado lo suficiente. Tenía un miedo espantoso, como si
un muerto anduviera libre y sin embargo… eran tan hermosas. Me atreví a espiarlas a través de una cortinilla.
Les vi las caras redondas y los cálices estrellados.
Después, todas las cosas parecieron cambiar de lugar. Torné a mi comarca, pero las antonias azules prosiguen
su terrible proceso en el pasado y en lo que vendrá.
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marosa di giorgio
diadema
los papeles salvajes
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