merodeando a la vulnerabilidad humana

 

Sobre la almohada del mal, es Satán Trimegisto quien mece durante mucho tiempo nuestro espíritu
encantado, y el rico metal de nuestra voluntad es todo vaporizado por este sabio químico. ¿Cómo es
posible esto? Durante siglos ha sido siempre lo mismo. Pero hay una explicación.

Mientras desordenan el mundo a su antojo, vamos perdiendo la palabra mucho antes, antes de saber
siquiera que la palabra ha existido. Mucho antes de nosotros y de los que existieron antes junto a nosotros.

Me pregunto por qué pasó de largo la poesía frente a nuestros intentos de adquirir domino público,
y nos dejó de este modo, imaginando con tanta imprecisión tragedias generalmente aceptadas por
los que sufren y por los que persiguen transformar sus asuntos en ejemplos.

Los barcos mugen, crepusculares, las gaviotas levantan su torre de Babel en la corriente térmica;
el sol se agita como un saltamontes entre el bajo voltaje de las chicharras y en los muros del solar
abandonado las telarañas recuerdan a la espuma marina.

¿Está nuestra ilusión del otro lado, por eso nos dispara por la espalda y nos sentimos la espalda
del futuro, y lo sabemos? 

Nos ha costado tanto llegar hasta el presente que es demasiado tarde para ser mañana. Por eso
cada vez es la última. Y agobiados hasta lo interminable, con vergüenza de ser como las falsas
etimologías, con aire silencioso de futuros conocidos tratamos de encarnar en lo posible este amor
imposible por todo lo que es, perece y muda.  

Todo duerme en nosotros, todo habita en cada uno de nosotros. Somos un aleph moribundo
de ignorancia. Todos los poemas duermen en nuestro pecho lo mismo que las grandes hazañas
y las doradas miserias de cada minuto. Porque en nuestro futuro no hay memoria y somos
el futuro de todo lo que está a nuestras espaldas. Por esto no tenemos que rendirnos. No abandonemos
ahora que los años con su carga de sensatez nos dejan en ridículo. Así pues, tanto nosotros como los
que callan temerosos sigamos creyendo que la luna vierte su locura inconstante, aquí, en la noche.
Que existe un mundo fiel, un lado oculto adonde sólo nuestro corazón llega.

Seamos, pues, invulnerables, corazones heridos en esta noche por el golpe injusto de una razón más ciega
cada día. Otras noches vendrán, otras palabras a darnos nueva sangre, nuevo aliento. Qué importa que ahora
sintamos que la vida fue escrita en un idioma que no entendemos.

 

 

 

 

 

 

 

 

ángel ferrer
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