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bacante descansando
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Esta mujer, una bacante, tal vez ha cometido un exceso de turismo y ahora descansa
de pecho en pecho, equidistante –como todos- de la vida y de la muerte.
Quizá porque está horizontal, uno, merodeando, le busca -sin darse mucha cuenta-
el horizonte de entrada, y la nube de sombra, y las arrugas.
Hija natural del bien y del mal, esta hermosa bacante tiene unas espléndidas tetas
que miran hacia fuera, con ese equilibrio exactísimo que tiene que darse entre el peso
y el volumen para que la gravedad de los senos –que es una caída con ascenso-,
provoque esas líneas imposibles, suspendidas en un viento redondo, con los pezones
nadando río arriba y sacando apenas la boca del agua.
Huele a caótico aroma entremezclado de flores y de piel humana; merodeando, uno
encuentra sin buscarlos esos prolongados cambios de rasante en los que no se ve todavía
el tramo de piel que viene y sólo se siente un perfume de miel quemada, intenso como
un hecho profundo, clavado de dientes.
Al pie del día, con su ser parado y sin chaleco, sólo la vida: un destino, unas energías
íntimas, una definitiva documentación de flores y de tetas.
Narciso de Alfonso
Merodeos: el desnudo femenino en la pintura
Joaquín Sorolla
1887
Bacante descansando (también Bacante en reposo)
Óleo sobre lienzo 30x 69,5 cm
Museo de Bellas Artes, Valencia
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