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Mini no parece estar muy católica, sino más bien un tanto estorbada, aunque no todo lo que anda
errante está perdido. Tampoco sabemos qué hay dentro de ella, debajo de ese extravagante atuendo
que no dejaría demasiado tranquilos a sus padres si la vieran tal que así.
Huele a plumas, a carencia y a llanto, como dijo el poeta. Está (como) contemplando algún vacío,
tal vez entregada a un proceso vegetativo o vegetal, inhumano.
Quizá no tiene nada que hacer, ningún lugar adonde ir: no tiene a nadie, ni siente nada detrás
de su rostro, ni en un sentido ni en otro.
Es, tal vez, una muchacha desolada, sonámbula en una tierra oscura y terrible, donde la soledad
es un cuchillo sucio en su garganta.
Sólo puedo decir que no entiendo y que es mucha la irrealidad aquí.
Parece que a nadie le interesa si ella muere, con tal de que sea desconocida y esté lejos,
como si fuera un perro, con sed, a la deriva, anestesiada de sí misma, con litros de infinito en el alma
ausente.
No veo ninguna solución: todo, todo parece peor de lo que ya tenemos.
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