El misterio de la belleza
Nuno Júdice
Traducción y presentación de Blanca Luz Pulido
Primera edición, 2010
Universidad Autónoma de Nuevo León
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regreso a casa
Fue sólo una duda: la casa estaba cerrada;
nadie, al parecer, había entrado en ella,
desde hacía tiempo las persianas estaban cerradas
-algunas
ya ni siquiera podrían abrirse- y
en los ceniceros había cigarros apagados
en otro siglo Qa humedad que se mete en los muebles
y las paredes como si fuera parte de ellos
había borrado hasta el olor a tabaco). No obstante,
era
como si ahí estuviera aún la sombra que yo buscaba,
como si en cada momento pudiera oír
las palabras que yo quería que ella dijera, como
si una sombra pudiera hablar, o como si
las casas vacías guardaran los ecos de conversaciones
antiguas, para que todo recomience en el instante
en que
alguien abre la puerta, en un gesto banal de no ser por
el tiempo transcurrido entre la última vez que estuve
ahí
y este regreso, tantos años después, sabiendo
que todo cambió, excepto la casa; con los muebles
en el mismo lugar
en que siempre estuvieron, y los objetos en los
mismos
cajones donde los dejé, y hasta los fantasmas
guardados en sus rincones, para que mi presencia
los despierte. De cualquier forma, una casa
deshabitada siempre
nos deja vacíos. Y al volver a salir, la luz borra
todo lo que, por un instante, creí haber visto.
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regresso a casa
Era urna simples hesitado: a casa estivera fechada,
nao havia sinais de alguém ter passado,
as persianas tinham sido corridas há muito – algumas
nem deviam j á abrir, se as puxássemos – e
nos cinzeiros tinham ficado os cigarros apagados
num outro século (o próprio cheiro a tabaco já fora
substituído pela humidade que se cola aos móveis e as
paredes como se fizesse parte deles). No entanto, era
como se ainda ali estivesse a sombra que eu
procurava,
e a cada momento se fizessem ouvir
as palavras que eu esperava que ela dissesse, como
se urna sombra pudesse falar, ou como se
as casas vazias guardassem os ecos de conversas
antigas, para que tudo recomece no instante em que
alguém empurra a porta, num gesto banal se nao fosse
o tempo de intervalo entre a última vez que ali
passei e este regresso, tantos anos depois, sabendo
que tudo mudou, a nao ser a casa, com os móveis no
lugar
em que sempre estiveram, as gavetas guardando cada
um dos objectos que lá deixei, e os próprios fantasmas
metidos nos seus cantos, para que a minha presença
os desperte. No entanto, urna casa desabitada
rouba-nos
a imaginaçao. E ao voltar a sair, a luz de fora apaga
tudo o que, por um instante, pensei ter visto.
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