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óscar hahn
la suprema soledad
muerte de un poeta
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¿Qué estará pensando Gonzalo
Rojas, qué poema imposible
estará fraguando su mente
en estos dos meses de agonía,
qué pacto insondable
con las sombras?
Dijeron que se hallaba
en estado de sopor.
Dijeron que le quedaban
dos días de vida.
Pero yo me dije: el que supo vadear
las aguas de lo Oscuro
no se va a hundir tan fácilmente
en el río Aqueronte.
No va a cantar victoria la Muerte,
no va a izar sus negros pendones todavía.
Y es así como Gonzalo Rojas,
hondamente caído al fondo de sí mismo,
pero colgando de una hebra
de esta vida,
le dijo a la Muerte:
Un poco de paciencia, amiga mía,
no se ponga nerviosa,
déjeme terminar este poema
como Dios manda.
Y se pasó dos meses pergeñándolo,
mientras los médicos iban
y venían de su cuarto,
sin entender por qué
ese hombre seguía respirando.
Puso el último verso
en la postrera estrofa de su vida
y el tiempo se detuvo
en la fecha precisa:
veinticinco de abril de dos mil once.
Estoy listo le dijo a la Muerte.
No tengo nada más que hacer
en este rumbo.
Miró con ternura
su cuerpo tendido en la cama,
se dio un beso en la frente,
y desapareció en el infinito
con una sonrisa en los labios.
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