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En las vagas sombras de luz por terminar antes que la tarde sea pronto noche,
disfruto de errar sin pensar entre lo que la ciudad se vuelve, y ando como si nada
tuviese remedio. Me agrada, más a la imaginación que a los sentidos, la tristeza
dispersa que está conmigo. Vago, y hojeo en mí, sin leerlo, un libro intersperso de
imágenes rápidas, del que voy formándome indolentemente una idea que nunca
se completa.
Hay quien lee con la misma rapidez con que mira, y concluye sin haberlo visto
todo. Así saco del libro que se me hojea en el alma una historia vaga por contar,
memorias de otro yo vagabundo, con avenidas de parques en medio, y figuras de
seda varias, pasando, pasando.
Indiscrimino con tedio y otro. Sigo, simultáneamente, por la calle, por la tarde
y por la lectura soñada, y los caminos son verdaderamente recorridos. Emigro y
descanso, como si estuviese a bordo con el navío ya en altamar.
Súbitamente, los faroles muertos coinciden luces en las prolongaciones dobles
de una calle larga y curva. Como un batacazo, mi tristeza aumenta. Es que se ha
terminado el libro. Hay tan sólo, en la viscosidad aérea de la calle abstracta, un
hilo exterior de sentimiento, como la baba del Destino idiota, goteando en la
conciencia del alma.
Otra vida de la ciudad que anochece. Otra alma la de quien mira a la noche.
Sigo inseguro y alegórico, irrealmente sintiente. Soy como una historia que alguien
hubiese contado y, de tan bien contada, anduviese carnal, pero no mucho, en este
mundo novela, en el principio de un capítulo: «En este momento, se podía ver a un
hombre avanzar lentamente por la calle de…»
¿Qué tengo yo que ver con la vida?
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13-7-1931
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Nas vagas sombras de luz por findar antes que a tarde seja noite cedo, gozo
de errar sem pensar entre o que a cidade se torna, e ando como se nada tivesse
remédio. Agrada-me, mais à imaginação que aos sentidos, a tristeza dispersa que
está comigo. Vago, e folheio em mim, sem o ler, um livro de texto intersperso [sic]
de imagens rápidas, de que vou formando indolentemente uma idéia que nunca
se completa.
Há quem leia com a rapidez com que olha, e conclua sem ter visto tudo. Assim tiro
do livro que se me folheia na alma uma história vaga por contar, memórias de um
outro vagabundo, bocados de descrições de crepúsculos ou luares, com aléias de
parques no meio, e figuras de seda várias, a passar, a passar.
Indiscrimino a tédio e outro. Sigo, simultaneamente, pela rua, pela tarde e pela
leitura sonhada, e os caminhos são verdadeiramente percorridos. Emigro e repouso,
como se estivesse a bordo com o navio já no mar alto.
Súbito, os candeeiros mortos coincidem luzes pelos prolongamentos duplos da rua
longa e curva. Como um baque a minha tristeza aumenta. É que o livro acabou. Há
só, na viscosidade aérea da rua abstrata, um fio externo de sentimento, como a baba
do Destino idiota, a pingar-me sobre a consciência da alma.
Outra vida, da cidade que anoitece. Outra alma a de quem olha a noite. Sigo incerto
e alegórico, irrealmente sentiente. Sou como uma história que alguém houvesse
contado, e, de tão bem contada, andasse carnal mas não muito neste mundo romance,
no princípio de um capítulo: «A essa hora um homem podia ser visto seguir lentamente
pela rua de…»
Que tenho eu com a vida?
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Fernando Pessoa
Del español:
Libro del desasosiego 175
Título original: Livro do Desassossego
© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984
© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997
Segunda edición
Del portugués:
Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares
© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises
© Editora Brasiliense
2ª edición
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