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Pienso a veces, con un deleite triste, que si un día, en un futuro al que ya no pertenezca yo, estas frases que escribo durasen
con loor, tendré por fin gente que me «comprenda», los míos, la familia verdadera para en ella nacer y ser amado.
Pero, lejos de ir a nacer en ella, habré muerto hace ya mucho. Seré comprendido sólo en efigie, cuando el afecto ya no compense
a quien murió del desafecto que sólo tuvo cuando estaba vivo.
Un día tal vez comprendan que cumplí, como ningún otro, mi deber nato de intérprete de una parte de nuestro siglo; y cuando lo
comprendan han de escribir que en mi época fui incomprendido, que desgraciadamente viví entre desafecciones y frialdades, y
que es una pena que así me sucediese.
Y el que escriba esto será, en la época en que lo escriba, incomprendedor, como los que me rodean, de mi análogo de este
tiempo futuro. Porque los hombres sólo aprenden de sus bisabuelos, que ya han muerto. Sólo a los muertos sabemos enseñar
las verdaderas reglas de vida.
En la tarde en que escribo, el día de lluvia ha cesado. Una alegría del aire es fresca demás contra la piel. El día va terminando,
no en ceniciento, sino en azul pálido. Un azul vago se refleja, incluso, en las piedras de la calle.
Duele vivir, pero es de lejos.
Sentir no importa. Se enciende uno u otro escaparate. En otra ventana alta hay gente que ve acabarse el trabajo. El mendigo que
me roza se pasmaría si me conociese.
En el azul menos pálido y menos azul, que se espeja en los edificios, atardece un poco más la hora indefinida.
Cae levemente, fin del día cierto, en que los que creen y yerran se engranan en el trabajo de costumbre, y tienen, en su propio dolor,
la felicidad de la inconsciencia. Cae levemente, onda de luz que cesa, melancolía de la tarde inútil, bruma sin niebla que entra en mi
corazón.
Cae levemente, suavemente, indefinida palidez lúcida y azul de la tarde /acuática/ —levemente, suavemente, tristemente sobre la
tierra sencilla y fría. Cae levemente, ceniza invisible, monotonía afligida, tedio sin torpor.
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(Posterior a 1919)
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Penso às vezes, com um deleite triste, que se um dia, num futuro a que eu já não pertença, estas frases, que escrevo, durarem
com louvor, eu terei enfim gente que me »compreenda», os meus, a família verdadeira para nela nascer e ser amado. Mas, longe de
eu nela ir nascer, (eu) terei já morrido há muito.
Serei compreendido só em efígie quando a afeição já não compense a quem morreu a só desafeição que houve, quando vivo.
Um dia talvez compreendam que cumpri, como nenhum outro, o meu dever-nato de intérprete de uma parte do nosso século; e
quando o compreendam, hão de escrever que na minha época fui incompreendido, que infelizmente vivi entre desafeições e
friezas, e que é pena que tal me acontecesse.
E o que escrever isto será, na época em que o escrever, incompreendedor, como os que me cercam, do meu análogo daquele
tempo futuro. Porque os homens só aprendem para uso dos seus bisavós, que já morreram. Só aos mortos sabemos ensinar as
verdadeiras regras de viver.
Na tarde em que escrevo, o dia de chuva parou.
Uma alegria do ar é fresca demais contra a pele. O dia vai acabando não em cinzento, mas em azul-pálido. Um azul vago reflete-se,
mesmo, nas pedras das ruas.
Dói viver, mas é de longe.
Sentir não importa. Acende-se uma ou outra monta. Em uma outra janela alta há gente que vê acabarem o trabalho. O mendigo
que roça por mim pasmaria, se me conhecesse.
No azul menos pálido e menos azul, que se espelha nos prédios, entardece um pouco mais a hora indefinida. Cai leve, fim do dia
certo, em que os que crêem e erram se engrenam no trabalho do costume, e têm, na sua própria dor, a felicidade da inconsciência.
Cai leve, onda de luz que cessa, melancolia da tarde inútil, bruma sem névoa que entra no meu coração.
Cai leve, suave, indefinida palidez lúcida e azul da tarde aquática — leve, suave, triste sobre a terra simples e fria. Cai leve, cinza
invisível, monotonia magoada, tédio sem torpor.
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Fernando Pessoa
Del español:
Libro del desasosiego 181
Título original: Livro do Desassossego
© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984
© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997
Segunda edición
Del portugués:
Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares
© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises
© Editora Brasiliense
2ª edición
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Por más que lo leo en casi cada uno de los números
de este libro del desasosiego, nunca acabo de admitir
que estuviera tan completamente solo… supongo que es
un asunto demasiado cornudo e intolerable como para
que yo no niegue su absoluta soledad cada vez que acabo de
leer un epígrafe.
Hay que joderse.
Un saludo
Narciso