202

Reconozco hoy que he fracasado; sólo me pasmo, a veces, de no haber previsto que fracasaría.

¿Qué había en mí que pronosticase un triunfo?

Yo no tenía la fuerza ciega de los vencedores o la visión certera de los locos…

Era lúcido, triste como un día frío.

Tengo elementos espirituales de bohemio, de esos que dejan a la vida irse como algo que se escapa de las manos y en tal momento en que el gesto

de obtenerla duerme en la mera idea de hacerlo.

Pero no he tenido la compensación /exterior/ del espíritu bohemio: el desnudo fácil de las emociones inmediatas y abandonadas.

Nunca he sido más que un bohemio aislado, lo que es absurdo; o un bohemio místico, lo que es algo imposible.

Ciertas horas-intervalos que he vivido, horas ante la Naturaleza, esculpidas en la ternura del aislamiento, me quedarán para siempre como medallas.

En esos momentos he olvidado todos mis propósitos de vida, todas mis direcciones deseadas.

He disfrutado de no ser nada con una plenitud de bonanza espiritual, cayendo en el regazo azul de mis aspiraciones. No he disfrutado nunca, quizás,

de una hora /indeleble/, exenta de un fondo espiritual de fracaso y de desánimo.

En todas mis horas liberadas un dolor dormía, florecía vagamente, por detrás de los muros de mi conciencia, en otros huertos, pero el aroma y el propio

color de aquellas flores tristes atravesaban intuitivamente los muros, y su lado de allá, donde florecían las rosas, nunca dejó de ser, en el misterio confuso

de mi ser, un lado de acá, esfumado en mi somnolencia de vivir.

Fue en un mar interior donde terminó el río de mi vida.

Alrededor de mi solar soñado, todos los árboles estaban en otoño.

Este paisaje circular es la corona de espinas de mi alma.

Los momentos más felices de mi vida han sido sueños, y sueños de tristeza, y yo me veía en sus lagos como un Narciso ciego que ha disfrutado de la

frescura cerca del agua, sintiéndose inclinado sobre ella, mediante una visión anterior y nocturna, secreteada a las emociones abstractas, vivida en los

rincones de la imaginación con un cuidado maternal en /preferirse./

Sé que he fracasado.

Disfruto de la voluptuosidad indeterminada del fracaso como quien concede un aprecio exhausto a una fiebre que le enclaustra.

Reconheço hoje que falhei, só pasmo, às vezes, de não ter previsto que falharia.

Que havia em mim que prognosticasse um triunfo?

Eu não tinha a força cega dos vencedores ou a visão certa [ ? ] dos loucos…

Era lúcido, triste como um dia frio.

Tenho elementos espirituais de boêmio, desses que deixam a vida ir como uma coisa que se escapa das mãos e a tal hora em que o gesto de a obter dorme

na mera idéia de fazêlo.

Mas não tive a compensação exterior do espirito boêmio — o descuidado fácil das emoções imediatas e abandonadas.

Nunca fui mais que um boêmio isolado, o que é um absurdo; ou um boêmio místico, o que é uma coisa impossível.

Certas horas-intervalos que tenho vivido, horas perante a Natureza, esculpidas na ternura do isolamento, ficar-me-ão para sempre como medalhas.

Nesses momentos esqueci todos os meus propósitos de vida, todas as minhas direções desejadas.

Gozei não ser nada com uma plenitude de bonança espiritual, caindo no regaço azul das minhas aspirações.

Não gozei nunca, talvez, uma hora indelével, isenta de um fundo espiritual de falência e de desânimo.

Em todas as minhas horas libertas uma dor dormia, floria vagamente, por detrás dos muros da minha consciência, em outros quintais, mas o aroma e a própria

cor dessas flores tristes atravessavam intuitivamente os muros, e o lado de lá deles, onde floriam as rosas, nunca deixaram de ser, no mistério confuso do meu

ser, um lado de cá — esbatido na minha sonolência de viver.

Foi num mar interior que o rio da minha vida findou.

À roda do meu solar sonhado todas as árvores estavam no outono.

Esta paisagem circular é a coroa-de-espinhos da minha alma.

Os momentos mais felizes da minha vida foram sonhos, e sonhos de tristeza, e eu via-me nos lagos deles como um Narciso cego que gozou a frescura próximo  

da água, sentindo-se debruçado nela, por uma visão anterior e noturna, segredada às emoções abstratas, vivida nos recantos da imaginação com um cuidado

materno em preferir-se.

Sei que falhei.

Gozo a volúpia indeterminada da falência como quem dá um apreço exausto a uma febre que o enclausura.

Fernando Pessoa

Del español:

Libro del desasosiego 163

Título original: Livro do Desassossego

© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984

© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Segunda edición

Del portugués:

Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares

© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises

© Editora Brasiliense

2ª edición


 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

quiéreme

 

como si el amor fuera nuestro