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Siempre habrá lucha en este mundo, sin decisión ni victoria, entre el que ama

lo que no hay porque existe, y el que ama lo que hay porque no existe. Siempre,

siempre, existirá el abismo entre el que reniega de lo mortal porque es mortal y el

que ama lo mortal porque desearía que nunca muriese. Me veo aquel que fui en la

infancia, en aquel momento en que mi barco regalado se volcó en el estanque de la

quinta, y no hay filosofías que substituyan a aquel momento, ni razones que me

expliquen por qué sucedió. Me acuerdo, y vivo; ¿qué vida mejor tienes tú para

darme?

—Ninguna, ninguna porque yo también recuerdo.

¡Ah, me acuerdo bien! Era en la quinta antigua y a la hora de la velada;

después de coser y hacer punto, llegaba el té, y las tostadas, y el sueño bueno que

yo había de dormir. Dame esto otra vez, tal cual era, con el reloj tictaqueando al

fondo, y guárdate para ti todos los Dioses. ¿Qué es para mí un Olimpo que no me

sabe a las tostadas del pasado? ¿Qué tengo yo que ver con unos dioses que no

tienen mi reloj antiguo?

Tal vez todo sea símbolo y sombra, pero no me gustan los símbolos y no me

gustan las sombras. Restitúyeme el pasado y guárdate la verdad. Dame otra vez la

infancia y llévate contigo a Dios.

—¡Tus símbolos! Si lloro de noche, como un niño que tiene miedo, ninguno de

tus símbolos viene a acariciarme el hombro y a arrullarme hasta que me duerma. Si

me pierdo en el camino, tú no tienes una Virgen María mejor que venga a cogerme

de la mano. Me dan frío tus trascendencias. Quiero un hogar en el Más Allá. ¿Crees

que alguien tiene en el alma sed de metafísicas o de misterios o de altas verdades?

—¿De qué es de lo que se tiene sed en esa alma?

—De algo como todo lo que ha sido nuestra infancia. De los juguetes muertos,

de las tías viejas idas. Esas cosas son las que son la realidad, aunque se hayan

muerto. ¿Qué tiene que ver conmigo lo Inefable?

—Una cosa… ¿Has tenido unas tías viejas, y una quinta antigua y un té y un

reloj?

—No lo he tenido. Me gustaría haberlo tenido. ¿Y tú has vivido a la orilla del

mar?

—Nunca. ¿No lo sabías?

—Lo sabía, pero creía. ¿Por qué no creer en lo que se supone?

—¿No sabes que éste es un diálogo en el jardín del Palacio, un interludio lunar,

una función en la que nos entretenemos mientras las horas pasan para los demás?

—Claro que sí, pero yo estoy razonando…

—Está bien: yo no. El raciocinio es la peor especie del sueño, porque es la que

nos transporta al sueño la regularidad de la vida que no existe, es decir, es

doblemente nada.

—¿Pero qué quiere decir eso?

(Poniéndole la mano en el otro hombro, y envolviéndole en un abrazo) —Ay,

hijo mío, ¿qué quiere decir nada?

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Sempre neste mundo haverá a luta, sem decisão nem

vitória, entre o que ama o que não há porque existe, e o que

ama o que há porque não existe. Sempre, sempre, haverá o

abismo entre o que renega o mortal porque é mortal, e o que

ama o mortal porque desejaria que ele nunca morresse. Vejome

aquele que fui na infância, naquele momento em que o

meu barco dado se virou no tanque da quinta, e não há filosofias

que substituam esse momento, nem razões que me expliquem

porque passou. Lembro-o, e vivo; que vida melhor

tens tu para me dar?

— Nenhuma, nenhuma porque também eu lembro.

Ah, lembro-me bem! Era na casa velha da quinta antiga

e ao serão; depois de coserem e fazerem meia, o chá vinha, e

as torradas, e o sono bom que eu haveria de dormir. Dá-me

isto outra vez, tal qual era, com o relógio a tictacar ao fundo,

e guarda para ti os Deuses todos. Que me é um Olimpo

que me não sabe às torradas do passado? Que tenho eu com

deuses que não tem o meu relógio antigo?

Talvez tudo seja símbolo e sombra, mas não gosto de

símbolos e não gosto de sombras. Restitui-me o passado e

guarda a verdade. Dá-me outra vez a infância e leva Deus

contigo.

— Os teus símbolos! Se eu chorar na noite, como uma

criança com medo, nenhum dos teus símbolos me vem afagar

no ombro e embalar por ali até que eu durma. Se eu me

perder na estrada, tu não tens Virgem Maria melhor que me

venha buscar pela mão. Tenho frio das tuas transcendências.

Quero um lar no Além. Julgas que alguém tem sede na alma

de metafísicas ou de mistérios ou de altas verdades?

— De que é que se tem sede nessa alma?

— De qualquer coisa como tudo que foi a nossa infância.

Dos brinquedos mortos, das tias velhas idas. Essas coisas

é que são a realidade, embora morressem. Que tem o Inefável

comigo?

— Uma coisa… Tiveste algumas tias velhas, e alguma

quinta antiga e algum chá e algum relógio?

— Não tive. Gostaria de ter tido. E tu viveste à beiramar?

— Nunca. Não o sabias?

— Sabia, mas acreditava. Para que descrer do que só se

supõe?

Não sabes que este é um diálogo no jardim do Palácio,

um interlúdio lunar, uma função em que nos entretemos enquanto

as horas passam para os outros?

— Pois sim, mas eu estou a raciocinar…

— Está bem: eu não estou. O raciocínio é a pior espécie

do sonho, porque é aquele que nos transporta para o sonho a

regularidade da vida que não há, isto é, é duplamente nada.

— Mas o que quer isso dizer?

(Pondo-lhe a mão no outro ombro, e envolvendo-o num

abraço) — O filho, o que quer qualquer coisa dizer?

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Fernando Pessoa

Del español:

Libro del desasosiego 253

Título original: Livro do Desassossego

© por la introducción y la traducción: Ángel Crespo, 1984

© Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997

Segunda edición

 

Del portugués:

Livro do Desassossego composto por Bernardo Soares

© Selección e introducción: Leyla Perrone-Moises

© Editora Brasiliense

2ª edición

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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