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Nunca duermo: vivo y sueño o, mejor dicho, sueño en vida y al dormir, que
también es vida. No hay interrupción en mi conciencia: siento lo que me rodea si
todavía no duermo, o si no duermo bien; entro luego a soñar desde que duermo de
verdad. Así, lo que soy es un perpetuo desenrollarse de imágenes, conexas o
inconexas, que fingen siempre que son exteriores, unas situadas entre los hombres
y la luz si estoy despierto, otras situadas entre los fantasmas y la sin-luz que se ve,
si estoy durmiendo. Verdaderamente, no sé cómo distinguir una cosa de la otra, ni
oso afirmar si no duermo cuando estoy despierto, si no estoy despertando cuando
duermo.
La vida es un ovillo que alguien ha enmarañado. Hay un sentido en ella, si
estuviera desenrollada y puesta a lo largo, o bien enrollada. Pero, tal como está, es
un problema sin ovillo propio, un embrollarse sin donde.
Siento esto, que después escribiré, puesto que ya voy soñando las frases a
decir, cuando, a través de la noche de medio-dormir, siento, juntamente con los
paisajes de sueños vagos, el ruido de la lluvia allá fuera, haciéndomelos más vagos
todavía. Son adivinos de lo vacuo, trémulos de abismo, y a través de ellos resbala,
inútil, el plañir exterior de la lluvia constante, minucia abundante del paisaje del
oído. ¿Esperanza? Nada. Del cielo invisible baja en son de duelo agua que un viento
alza. Continúo durmiendo. Era, sin duda, en las alamedas del parque donde sucedió
la tragedia de que ha resultado la vida. Eran dos y bellos y deseaban ser otra cosa;
el amor se les retrasaba en el tedio del futuro, y la nostalgia de lo que habría de ser
venía ya siendo hija del amor que no habían disfrutado. Así, al claro de luna de los
bosques cercanos, pues a través de ellos se filtraba la luna, se paseaban, de la
mano, sin deseos ni esperanzas, a través del desierto propio de los paseos
abandonados. Eran completamente niños, pues no lo eran de verdad. De paseo en
paseo, siluetas entre árbol y árbol, recorrían sin papel recortado aquel escenario de
nadie. Y así desaparecieron por el lado de los estanques, cada vez más juntos y
separados, y el ruido de la vaga lluvia que cesa es el de los surtidores de hacia
donde iban. Soy el amor que disfrutaron y por eso lo sé oír en la noche en que no
duermo, y también sé vivir desgraciado.
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2-5-1932
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Nunca durmo: vivo e sonho, ou antes, sonho em vida e a dormir, que também é
vida. Não há interrupção em minha consciência: sinto o que me cerca se não durmo
ainda, ou se não durmo bem; entro logo a sonhar desde que deveras durmo. Assim,
o que sou é um perpétuo desenrolamento de imagens, conexas ou desconexas,
fingindo sempre de exteriores, umas postas entre os homens e a luz, se estou
desperto, outras postas entre os fantasmas e a sem-luz que se vê, se estou
dormindo. Verdadeiramente, não sei como distinguir uma coisa da outra, nem ouso
afirmar se não durmo quando estou desperto, se não estou a despertar quando
durmo.
A vida é um novelo que alguém emaranhou. Há um sentido nela, se estiver
desenrolada e posta ao comprido, ou enrolada bem. Mas, tal como está, é um
problema sem novelo próprio, um embrulhar-se sem onde.
Sinto isto, que depois escreverei, pois que vou já sonhando as frases a dizer,
quando, através da noite de meio-dormir, sinto, junto com as paisagens de sonhos
vagos, o ruído da chuva lá fora, a tornarmos mais vagos ainda. São adivinhas do
vácuo, rrémulas de abismo, e através delas se escoa, inútil, a plangência externa da
chuva constante, minúcia abundante da paisagem do ouvido. Esperança? Nada. Do
céu invisível desce em som a mágoa água que vento alça. Continuo dormindo.
Era, sem dúvida, nas alamedas do parque que se passou a tragédia de que
resultou a vida. Eram dois e belos e desejavam ser outra coisa; o amor tardava-lhes
no tédio do futuro, e a saudade do que haveria de ser vinha já sendo filha (1) do
amor que não tinham tido. Assim, ao luar dos bosques próximos, pois através deles
se coava a lua, passeavam, mãos dadas, sem desejos nem esperanças, através do
deserto próprio das áleas abandonadas. Eram crianças inteiramente, pois que o não
eram em verdade. De álea em álea, silhuetas entre árvore e árvore, percorriam em
papel recortado aquele cenário de ninguém. E assim se sumiram para o lado dos
tanques, cada vez mais juntos e separados, e o ruído da vaga chuva que cessa é o
dos repuxos de para onde iam. Sou o amor que eles tiveram e por isso os sei ouvir
na noite em que não durmo, e também sei viver infeliz.
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Libro del desasosiego
Fernando Pessoa
Traducción del portugués, organización,
introducción y notas de Ángel Crespo
Editorial Seix Barrai, S. A., 1984 y 1997
Barcelona (España)
Edición especial para Ediciones de Bolsillo, S. A.
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Livro do Desassossego
Fernando Pessoa
Composto por Bernardo Soares,
ajudante de Guarda-livros na cidade de Lisboa
Formatado pelo Grupo Papirolantes
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