piedad bonnett

 

miseria de la palabra

 

piedad bonnett

 

miseria de la palabra

 

 

 

Cuando 
irremediablemente debo detenerme 
en tu umbral, 
allí donde comienzas, donde acabas, 
donde quiere 
sembrar mi fuego un incendio indomable, 
la palabra es apenas una muleta rota, 
una pobre agonía aleteando. 

Y si en la plana miseria de los días 
entra a saco la muerte, 
abrupta siempre, como un toque a la puerta 
en una madrugada, 
y sin embargo 
el sol cumple su cita sin hacer aspavientos 
y el estornino canta sobre el árbol, 
como un puño que pega a una pared 
inútil nace la palabra, y sorda. 

Y si de pronto 
un viejo olor inaugura la tarde 
y ese niño que eras te saluda 
azul desde su eterno paraíso, 
y no logras saber cómo era el rostro 
de tu padre, en su siesta o en su hora, 
la palabra 
cómo tartamudea, cómo tiembla 
como una brújula que ha perdido el norte. 

Si la luna es tan luna 
que sube la marea del corazón, 
naufraga la palabra. 
Si la mirada 
roza la piel y hace nacer el deseo, 
se quema la palabra. 
Si Dios tira sus ases, 
trampea alegremente en tus narices, 
escapa la palabra. 

Y sin embargo, 
para llamar la luna, 
para hablar del deseo, 
para llorar a Dios, 
como una vieja meretriz desnuda 
impúdica se ofrece la palabra.

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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