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Grappa a settembre

I mattini trascorrono chiari e deserti

sulle rive del fiume, che all’alba s’annebbia

e incupisce il suo verde, in attesa del sole.

Il tabacco, che vendono nell’ultima casa

ancor umida, all’orlo dei prati, ha un colore

quasi nero e un sapore sugoso: vapora azzurrino.

Tengon anche la grappa, colore dell’acqua.

È venuto un momento che tutto si ferma

e matura. Le piante lontano stan chete:

sono fatte più scure. Nascondono frutti

che a una scossa cadrebbero. Le nuvole sparse

hanno polpe mature. Lontano, sui corsi,

ogni casa matura al tepore del cielo.

Non si vede a quest’ora che donne. Le donne non fumano

e non bevono, sanno soltanto fermarsi nel sole

e riceverlo tiepido addosso, come fossero frutta.

L’aria, cruda di nebbia, si beve a sorsate

come grappa, ogni cosa vi esala un sapore.

Anche l’acqua del fiume ha bevuto le rive

e le macera al fondo, nel cielo. Le strade

sono come le donne, maturano ferme.

A quest’ora ciascuno dovrebbe fermarsi

per la strada e guardare come tutto maturi.

C’è persino una brezza, che non smuove le nubi,

ma che basta a dirigere il fumo azzurrino

senza romperlo: è un nuovo sapore che passa.

E il tabacco va intinto di grappa. È così che le donne

non saranno le sole a godere il mattino

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grappa en septiembre

Las mañanas transcurren claras y desiertas

sobre las orillas del río, que al alba se enturbia

y oscurece su verde, en espera del sol.

El tabaco, que venden en la última casa

todavía húmeda, al borde de los prados, tiene un color

casi negro y un sabor jugoso: humea azulino.

Tienen también la grapa, color de agua.

Ha llegado el momento en que todo se detiene

y madura. Las plantas lejanas están quietas:

se han vuelto más oscuras. Esconden frutos

que caerían de una sacudida. Las nubes esparcidas

tienen pulpas maduras. Lejos, sobre las avenidas,

cada casa madura bajo la tibieza del cielo.

No se ven a esta hora más que mujeres. Las mujeres

no fuman y no beben, saben solamente detenerse en el sol

y recibirlo sobre ellas tibio como si fuese fruta.

El aire, crudo de niebla, se bebe a tragos

como la grapa, cada cosa exhala un sabor.

También el agua del río ha bebido la orilla

y la macera en el fondo, en el cielo. Las calles

son como las mujeres, maduran inmóviles.

A esta hora cada uno debería detenerse

en la calle y mirar cómo todo madura.

Hasta hay una brisa que no mueve las nubes

pero alcanza a conducir el humo azulino

sin romperlo: es un nuevo sabor que pasa.

Y el tabaco se empapa de grapa. Y así las mujeres

no serán las únicas que gocen la mañana.
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Cesare Pavese


Grappa en septiembre

da ‘Lavorare stanca’, Einaudi, 1943

Poesía completa

3ª edición

Visor Libros

Madrid 1995

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