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imperfectas como diosas
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Quiero comprar una fábrica de muñecas, una fábrica
pequeña, no muy grande.
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Serán muñecas con el cabello suelto y muy largo para llevar
trenzas, y con zapatones de charol para sostenerse de pie.
Un vestido tachonado de estrellitas de plata para que
parezcan princesas muy ricas de dinero en dólares.
Serán de todos los colores del submundo: sesenta y uno,
como las lunas de Júpiter.
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Y también: serán muñecas de mucho antes que el cuerpo: de la
época del alma: en ellas contará el mecanismo espiritual.
Las muñecas son siniestras, perfectas y terribles: pura exterioridad,
como pequeños ídolos maliciosos.
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Pero las que yo fabrique serán como una llamita que puede apagarse,
elásticas de piel como los labios de una boca humana, con algo de
perdedoras o perdidas o fracasadas.
Como esas luces lejanas del horizonte que, con el viento frío del
anochecer, se ven y no se ven.
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La mejor muñeca es la que al andar no levanta polvo ni deja huellas,
evanescente y fugaz, esquiva como el aire sutil.
Mis muñecas serán marchosas y cascabeleras,
imperfectas como diosas.
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de Poemas de oído
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