Emily Dickinson en una fotografía

Víspera de la clausura: en el límite terrestre

posa para el siglo pasado,

un rostro nevado detenido en lo oscuro

entre el pelo partido y la pesada vestidura.

Los ojos miran apacibles

la extrañeza de toda carne a su alrededor,

un orden de cosas vacilantes que las manos 

están cediendo a la gravedad

como arrastradas por el pálido ramillete.

El retiro y su espacio se acercan:

un nervioso animalito que va a marcar su territorio

para diez años y tres mil gorjeos. Entonces

andará el pie furtivo en el corredor, el mundo

en una rendija, un ardiente espionaje

con pequeñas astucias de soltera, pulsaciones

de súbita escritura cortada para reclamar

la primera mordedura del cielo.

Pero todavía, aquí

la retienen estos aturdidos materiales

que fecundarán el deleite de la penumbra,

todavía reúne

porciones iluminadas de un universo dislocado

hasta vislumbrar un orden para sí misma

y desaparecer con el vestido blanco y la certeza

de que señoras y señores extrañamente vivos

seguirán atendiendo la agradable escena.

 

 

 

 

Joaquín Giannuzzi

Cabeza final

2. Demandas de la existencia

Poesía completa Giannuzzi

Editorial Sibilina

2009 Sevilla

 

 

 

 

 


 

 

 

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Te puede interesar

identidad

 

vivo en mi tiempo
fuera de mi tiempo

 

después del incidente

 

Sigue creyendo que la luna vierte
su locura inconstante aquí en la noche,
que existe un mundo fiel