Nos encontramos en el manzano. Era una noche cerrada, oscura.

Me dijo: ¿Paseas?

Contesté: Siempre salgo.

El dijo: Yo, también, siempre salgo.

Pero, en ese momento, irrumpió la luna. Con todos sus tules.

Y una llaga, como si hubiese sido violada dentro del traje de novia.

¿Qué tiene la luna?

No sé.

A la enorme luz, se vio que yo estaba absolutamente desnuda;

sólo con las trenzas múltiples, larguísimas.

El traje de él era augusto y deslumbrante.

Como el de un guerrero.

Como el de un clavel.

 

 

 

 


Marosa di Giorgio


Siempre salgo


Publicado en la Revista Insomnia, 19/5/2000

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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