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Guiando un tribunal de tiburones,
como con dos guadañas eclipsadas,
con dos cejas tiznadas y cortadas
de tiznar y cortar los corazones,
en el mío has entrado, y en él pones
una red de raíces irritadas,
que avariciosamente acaparadas
tiene en su territorio sus pasiones.
Sal de mi corazón, del que me has hecho
un girasol sumiso y amarillo
al dictamen solar que tu ojo envía:
un terrón para siempre insatisfecho,
un pez embotellado y un martillo
harto de golpear en la herrería.
Miguel Hernández
Guiando un tribunal de tiburones
El rayo que no cesa (1934-1935)
El hombre y su poesía. Antología.
Ed. Juan Cano Ballesta.
Cátedra. Letras Hispánicas, nº 2.
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