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vuelve el otoño

Un enlutado día cae de las campanas

como una temblorosa tela de vaga viuda,

es un color, un sueño

de cerezas hundidas en la tierra,

es una cola de humo que llega sin descanso

a cambiar el color del agua y de los besos.

No sé si se me entiende: cuando desde lo alto

se avecina la noche, cuando el solitario poeta

a la ventana oye correr el corcel del otoño

y las hojas del miedo, como lengua de buey

espeso, algo en la duda del cielo y de la atmósfera.

Vuelven las cosas a su sitio,

el abogado indispensable, las manos, el aceite,

las botellas,

todos los indicios de la vida: las camas, sobre todo,

están llenas de un líquido sangriento,

la gente deposita sus confianzas en sórdidas orejas,

los asesinos bajan escaleras,

pero no es esto, sino el viejo galope,

el caballo del viejo otoño que tiembla y dura.

El caballo del viejo otoño tiene la barba roja

y la espuma del miedo le cubre las mejillas

y el aire que le sigue tiene forma de océano

y perfume de vaga podredumbre enterrada.

Todos los días baja del cielo un color ceniciento

que las palomas deben repartir por la tierra:

la cuerda que el olvido y las lágrimas tejen,

el tiempo que ha dormido largos años dentro de las campanas,

todo,

los viejos trajes mordidos, las mujeres que ven venir la nieve,

las amapolas negras que nadie puede contemplar sin morir,

todo cae a las manos que levanto

en medio de la lluvia.

 

 

 

 


Pablo Neruda


Vuelve el otoño

Residencia en la tierra II

-1925-1935-, Editorial Losada, S.A., sexta edición, 1976

 

 

 

 

 

 

 


 

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