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[ezcol_1half] la puerta–
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Para Robert Duncan
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Es tan difícil dirigirse a la puerta
tan ligeramente tallada en la pared donde
la visión en que resuena la soledad
trae un aroma de flores salvajes del bosque.
Lo que entendí, lo entiendo.
Mi mente es tormentosa en ocasiones,
en ocasiones buena y con ansias de vivir,
y siente la tierra.
Pero veo la puerta,
y conocí la pared, y quise el bosque,
y llegaría allá si pudiera
con mis pies y mis manos y mi mente.
Señora, no me destierre
por digresión. Mi naturaleza
es un cenagal de confesiones
sin resolver. Señora, la sigo.
Caminé lejos de mí mismo,
dejé la habitación, encontré el jardín,
conocí la mujer
ahí dentro, juntos nos acostamos.
La noche muerta recuerda. En Diciembre
cambiamos, en vez de multiplicarnos nos dispersamos,
salimos a hurtadillas de la niñez,
el ritual del desmembramiento.
Magia poderosa es una madre,
en ella existe otra cuestión
de arreglo, formas repetidas, la carrera renovada,
la orden recibida.
El jardín resuena a través de la habitación.
Está colocado en la pared como un espejo
que da a una ventana detrás de ti
y refleja las sombras.
¿Puedo partir ahora?
¿Me es permitido inclinarme
en la ridícula postura de la renovación,
de cuya insistencia yo soy la virtud?
Nada para Ti es impropio.
En el interior Tú también serás alta,
más alta, más hermosa.
Ven hacia mí desde la pared, quiero estar Contigo.
Así que grité a Ti,
quien escucha como el viento, y cambia
continuamente, invariablemente,
cambia en la mente.
Corriendo hacia la puerta, gastado
como un reloj se gasta. Caminé en dirección contraria,
tropecé, me desplomé
en el piso cerca de la pared.
Dónde estabas.
Cuán absurdo, cuán vicioso.
No hay nada que hacer más que levantarse.
Mis rodillas fueron hierros, me oxidé venerándote a Ti.
Por eso uno canta, uno
escribe el poema de la primavera, uno sigue caminando.
La Señora siempre se muda al siguiente pueblo
y tú tropiezas tras ella.
La puerta en la pared conduce al jardín
donde a la luz del sol se sientan
las Gracias en largos atuendos victorianos,
de los cuales mi abuela hablaba.
La Historia canta en sus rostros.
Ellas son jóvenes, asequibles,
y tú las sigues también
en los oficios de Dios y la Verdad.
Pero la Señora no se define,
ella será la puerta en la pared
al jardín bañado en luz.
Hablaré y hablaré eternamente.
Nunca llegaré allá.
Oh Señora, recuérdame
quien en Tú oficio crece más viejo
pero no más sabio, no más que antes.
Cómo puedo morir solo.
¿Dónde estará entonces éste que ahora está solo,
que se queja tan patéticamente
en éste cuarto donde estoy solo?
Iré al jardín.
Seré un romántico. Me venderé a mí
mismo en el infierno,
en el cielo también lo seré.
En mi mente veo la puerta,
ante mí veo la luz del sol a través del piso
hacerme señas como la falda de la Señora
que se mueve ligera al más allá.
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[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] the door
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for Robert Duncan
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It is hard going to the door
cut so small in the wall where
the vision which echoes loneliness
brings a scent of wild flowers in a wood.
What I understood, I understand.
My mind is sometime torment,
sometimes good and filled with livelihood,
and feels the ground.
But I see the door,
and knew the wall, and wanted the wood,
and would get there if I could
with my feet and hands and mind.
Lady, do not banish me
for digressions. My nature
is a quagmire of unresolved
confessions. Lady, I follow.
I walked away from myself,
I left the room, I found the garden,
I knew the woman
in it, together we lay down.
Dead night remembers. In December
we change, not multiplied but dispersed,
sneaked out of childhood,
the ritual of dismemberment.
Mighty magic is a mother,
in her there is another issue
of fixture, repeated form, the race renewal,
the charge of the command.
The garden echoes across the room.
It is fixed in the wall like a mirror
that faces a window behind you
and reflects the shadows.
May I go now?
Am I allowed to bow myself down
in the ridiculous posture of renewal,
of the insistence of which I am the virtue?
Nothing for You is untoward.
Inside You would also be tall,
more tall, more beautiful.
Come toward me from the wall, I want to be with You.
So I screamed to You,
who hears as the wind, and changes
multiply, invariably,
changes in the mind.
Running to the door, I ran down
as a clock runs down. Walked backwards,
stumbled, sat down
hard on the floor near the wall.
Where were You.
How absurd, how vicious.
There is nothing to do but get up.
My knees were iron, I rusted in worship, of You.
For that one sings, one
writes the spring poem, one goes on walking.
The Lady has always moved to the next town
and you stumble on after Her.
The door in the wall leads to the garden
where in the sunlight sit
the Graces in long Victorian dresses,
of which my grandmother had spoken.
History sings in their faces.
They are young, they are obtainable,
and you follow after them also
in the service of God and Truth.
But the Lady is indefinable,
she will be the door in the wall
to the garden in sunlight.
I will go on talking forever.
I will never get there.
Oh Lady, remember me
who in Your service grows older
not wiser, no more than before.
How can I die alone.
Where will I be then who am now alone,
what groans so pathetically
in this room where I am alone?
I will go to the garden.
I will be a romantic. I will sell
myself in hell,
in heaven also I will be.
In my mind I see the door,
I see the sunlight before me across the floor
beckon to me, as the Lady’s skirt
moves small beyond it.
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LA PUERTA
Para Robert Duncan
Resulta difícil ir hacia la puerta
reducida tan insignificante en la pared donde
la idea que se hace eco de la soledad
lleva un aroma a flores silvestres del bosque.
De lo que me di cuenta, supe.
Mi mente es a veces tormento,
otras positiva y llena de sustento,
y siento la tierra.
Pero veo la puerta,
y supe de la pared, y quise el bosque,
y llegaría allí si pudiese
con manos y pies y mi entendimiento.
Señora, no me destierre
por divagaciones. Mi naturaleza
es un barrizal de irresueltas
confesiones. Señora, sigo.
Me fui de mi,
dejé la habitación, encontré el jardín,
conocí a la mujer
en él, juntos nos tumbamos.
Muerta, la noche recuerda. En diciembre
cambiamos, no multiplicados, pero sí dispersos,
nos escapamos de la niñez,
es el ritual del desmembramiento.
La Todopoderosa magia es una madre,
con ella allí es otro asunto
de encuentro, forma repetida, la raza renovada,
la carga del mando.
El jardín resuena por la habitación.
Está fijo en la pared como un espejo
que enfrenta una ventana tras de ti
y refleja las sombras.
¿Puedo irme ya?
¿Tengo derecho a inclinarme ante mi
con la ridícula postura de la renovación,
de la insistencia de la cual estoy hecho?
Nada para ti es inapropiado.
Por dentro, podrías también ser alta,
más alta, más hermosa.
Acércate a mi desde la pared, quiero estar Contigo.
Así Te gritaré
que escucho como el viento, y cambio
multiplicándome, inevitáblemente,
cambio con la mente.
Corriendo hacia la puerta, bajaba
como un reloj en ruinas. Caminé de espaldas,
tropecé, me senté
en lo duro del suelo, cerca de la pared.
¿Dónde estabas Tú?
Qué absurdo, qué cruel.
No hay nada que hacer sino levantarse.
Mis rodillas eran de acero, me oxidé en la adoración, por Ti.
Por ese único canto, uno
escribe el poema de primavera, sigue caminando.
La Señora siempre ha avanzado a la siguiente ciudad
y tú tropiezas tras Ella.
La puerta en la pared conduce al jardín
donde a la luz del sol permanece
la Gracia con largos atuendos Victorianos
de esos que mi abuela hablaba.
La Historia canta en sus caras.
Eran jóvenes, eran asequibles,
y tú sigues tras ellas también
al servicio de Dios y de la Verdad.
Pero la Señora es indefinible,
ella será la puerta en la pared
que da al jardín en luz bañado.
Seguiré hablando siempre.
Nunca llegaré hasta allí.
Oh Señora, recuérdame
como quien a tu servicio envejeció
no más sabio, no más que antes.
¿Cómo voy a morir solo?
¿Dónde estará entonces una vez ya solo
este que gime tan patéticamente
en esta habitación donde estoy solo?
Iré al jardín.
Seré un romántico. Me venderé
en el infierno,
en el cielo también estaré.
En mi mente veo la puerta
Veo la luz del sol ante mi a través del suelo
me hace señales, como la falda de la Señora
se mueve un poco más allá.
nuestras versiones
Robert Creeley
La puerta
Traducción de Frank Báez
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