ónplazade la estaciónplaza dela estaciónplaza delae
Bajo el cielo gris -pero nada es permanente
cercada o protegida por alerces desnudos
la plaza se introduce en la realidad.
Del surtidor cubierto de musgo apenas sale
un chorro de agua y un arco de hierro
en el otro extremo compone un gesto
vagamente escultórico, el soporte perdido
de algo que ya no veremos. Ni la lluvia
es necesaria ni las sombras femeninas
de la mente. La plaza se recompone al alejarse,
su quietud es mérito del viajero. Aquí
en el páramo quedan las líneas, apenas
los bocetos de su clara disposición agónica.
roberto bolaño
los perros románticos
crepúsculos
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