simon armitage / seeing stars
Sube, Dennis
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Un hombre estaba haciendo autoestop en la carretera de acceso a la A16 justo a la salida de Calais.
A pesar de sus rasgos agudos y cincelados y una cierta desesperación en su lenguaje corporal, me sentí obligado a recogerlo, así que me detuve a un lado y bajé la ventanilla.
Metió la cara en el coche y dijo: «Soy Dennis Bergkamp, jugador de fútbol del Arsenal. Esta noche tenemos que jugar en Luxemburgo pero tengo miedo a volar y estoy viajando por tierra. Pero he tenido una gran discusión con el chófer y me ha dejado aquí. ¿Puede ayudarme?»
«Suba, Dennis” -dije-. Tiró su equipaje a la parte de atrás y se abrochó el cinturón a mi lado.
«Entonces, ¿sobre qué era la bronca?» le pregunté. Dennis suspiró y sacudió la cabeza al estilo clásico.
“Era un ignorante. Despreciaba al gran Maestro holandés Vermeer y decía que Rembrandt era homosexual».
«Bueno, no oirá tales quejas por mi parte», le aseguré.
Seguimos adelante y el paisaje pasaba como un rayo.
Y a pesar de algunas de las quejas y enfados que se deslizaron en el juego de Dennis en la última parte de su carrera, era un perfecto caballero y el compañero de viaje completo. Por ejemplo, se limitó él mismo a no más de cuatro tragos de vino de la bolsa que estaba abierta entre nosotros, y fue ocurrente y esclarecedor sin recurrir jamás a dejar caer un nombre o a los chismes de vestuario.
Cerca de la frontera belga, en la voz de Dennis apuntaba una nota de cansancio, así que para apaciguarlo para dormir pasé del Rock clásico a la Música Fácil.
No fue hasta que estábamos acercándonos a las afueras de la ciudad que él agitó y miró su Rolex.
«Seguro que estará abarrotado», dijo.
«¿Por qué no se cambia en el coche y le dejo en el campo? » Sugerí.
«Buen plan», dijo, y se deslizó hacia atrás. Con el rabillo del ojo era una contorsión de rojo y blanco, como un Santa Claus en una trampa para tejones, aunque por supuesto le proporcioné privacidad completa porque, como la mayoría de los conductores profesionalmente entrenados, uso solamente los espejos laterales, nunca el retrovisor.
Bastante rápido cayó en el asiento a mi lado, teniendo cuidado de no rascar la consola con sus clavos.
«Aquí está el Estadio”, dije, convirtiéndose en una bulliciosa avenida inundada de banderas y bufandas.
Dennis corrió hacia un torniquete, a través del cual el brillo de los reflectores resplandecía como la luz de una galaxia lejana.
Y es ahora cuando tengo que confesar que el señor Bergkamp fue sólo uno de las docenas de Dennises que han encontrado su camino en el asiento del pasajero de mi sedán de gama media.
Dennis Healey, Dennis Hopper, Dennis Potter, Dennis Lillee, el subestimado productor de discos Dennis Bovell, y muchos, muchos más.
Una vez conduje a Dennis Thatcher desde la estación de servicio de Forest East en Leicester a las carreras de Ludlow y no fue molesto en ningún momento, aunque tuve que pedirle que se abstuviera de fumar, y por supuesto que no respirara ni una palabra acerca de la mujer que introdujo la rabia en South Yorkshire.
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simon armitage / seeing stars
Hop In, Dennis
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A man was hitching a lift on the slip road of the A16 just outside Calais.
Despite his sharp, chiselled features and a certain desperation to his body language, I felt compelled to pick him up, so I pulled across and rolled down the window.
He stuck his face in the car and said, “I am Dennis Bergkamp, player of football for Arsenal. Tonight we have game in Luxembourg but because I am fear of flying I am travel overland. Then I have big argument with chauffeur and here he drops me. Can you help?”
“Hop in, Dennis,” I said. He threw his kit in the back and buckled up next to me.
“So what was the barney about?” I asked him.
Dennis sighed and shook his classical-looking head.
“He was ignoramus. He was dismissive of great Dutch master Vermeer and says Rembrandt was homosexual.”
“Well you’ll hear no such complaints from me,” I assured him. We motored along and the landscape just zipped by. And despite some of the niggles and tetchiness which
crept into Dennis’s game during the latter part of his career, he was a perfect gentleman and the complete travelling companion.
For example, he limited himself to no more than four wine gums from the bag which gaped open between us, and was witty and illuminating without ever resorting to name-dropping or dressing-room gossip.
Near the Belgian border a note of tiredness entered Dennis’s voice, so to soothe him to sleep I skipped from
Classic Rock to Easy Listening. It wasn’t until we were approaching the outskirts of the city that he stirred and looked at his Rolex.
“It will sure be a tight one,” he said.
“Why don’t you get changed in the car and I’ll drop you off at the ground?” I suggested.
“Good plan,” he said, and wriggled into the back. In the corner of my eye he was a contortion of red and white, like Santa Claus in a badger trap, though of course I afforded him complete privacy, because like most professionally trained drivers I use only the wing mirrors, never the rear view. Pretty swiftly he dropped into the seat beside me, being careful not to scratch the console with his studs.
“Here’s the stadium,” I said, turning into a crowded boulevard awash with flags and scarves.
Dennis jogged away towards a turnstile, through which the brilliance of the floodlights shone like the light from a distant galaxy.
And it’s now that I have to confess that Mr. Bergkamp was only one of dozens of Dennises to have found their way into the passenger seat of my mid-range saloon.
Dennis Healey, Dennis Hopper, Dennis Potter, Dennis Lillee, the underrated record producer Dennis Bovell, and many, many more.
I once drove Dennis Thatcher from Leicester Forest East service station to Ludlow races and he wasn’t a moment’s bother, though I did have to ask him to refrain from smoking, and of course not to breathe one word about the woman who introduced rabies to South Yorkshire.
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Seeing Stars
POEMS
Simon Armitage
ALFRUD A. KNOPP NEW YORK 2011
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